miércoles, 8 de abril de 1970

Tormenta en el Pacífico I: Tres Mástiles y Un Temporal (1965)




Era oficial: el ciclón ya enfilaba hacia Acapulco. Walter anunció a la Capitanía de Puerto que su fragata la Lily, enfrentaría mejor al temporal en mar abierta, eliminando así todo riesgo de encallar.

Lily encarnó al Bounty (con maquillaje) en el cine, antes de navegar hasta nuestro puerto desde los Mares del Sur. Aunque el Bounty necesitaba una tripulación de al menos 40 manos a bordo, Lily navegaba con tan sólo 20.

Convencí a Walter que si me subía a bordo, podía ser su pinche de cocina y dar una mano extra si era necesario. Accedió sin reparos, levantamos anclas y zarpamos hacia la boca de la bahía, bajo la rigurosa vigilancia del fuerte de San Diego al fondo, y la mirada cíclope del faro a estribor. Salimos a mar abierta cuando empezaba a picarse, rumbo SurOeste para alejar Lily de la costa.

Negros nubarrones bajaron para tragarse las puntas de nuestros mástiles, con todas nuestras manos arriando velas, tensando aparejos, afianzando escotillas y soltando al final un ancla flotante por estribor. La Luz diurna huía espantada por sendos rayos que iluminaban parpadeantes a las crecientes olas y a la sonriente faz de Walter, firme al timón. Todos atados de la cintura a los mástiles mediante sendos cabos.

Empecé a entender porqué aseguran escotillas (tan pesadas que la gravedad las mantendría herméticas, pensaba yo) cuando una ola lamió las nubes con la cresta, justo antes de penetrar en ésa montaña de agua nuestra proa, oyendo apenas un "¡Ajóy!" gritado por Walter antes de quedar sumergidos una negra eternidad, aferrados de Lily hasta con los dedos de los piés, poseídos por un súbito complejo de lapa; mientras, manos de agua separaban dedo a dedo nuestros apretados puños...lentamente, irremesiblemente.


Recordé al Holandés Errante viendo tan obscura la silueta de Lily acá abajo, engullida por turbias aguas cuya superficie la marcaban sendos rayos; con cada uno de mis dedos perdiendo agarre, con los pulmones exigiendo aire mientras aquel líquido salado pugnaba por abrirme ambas fosas nasales, vislumbrándose yá a Yemanjá...
al Puerto de Abrigo
Volvimos a flote oyendo órdenes de Walter para largar otra ancla flotante a la proa y levantar la de popa. Lily ya no quiso sumergir su proa ésta vez. Así, empapados hasta el tuétano y sin darnos cuenta, quitando la sal de nuestros párpados mientras nos picaba la garganta, duramos cada buena hora tan eterna como todo un día, anque fuera de noche.

Calma chicha y mar tranquila alcanzando al ojo de la tormenta, mientras escuchábamos por radio "...provocando desastres en toda la Costa Chica". Ésa hora fué tan fugaz...otra repentina ola para vislumbrar a la Bella Yemanjá de vuelta, empezando su segundo baile...

Quince horas después de zarpar, regresamos a puerto guiados por su Faro. El espectáculo era desolador: el yate Tintavento hundido, nada más aflorando de las aguas su mástil. La réplica de la Santa María, encallada en la playa del Ritz con la rompiente despegando planchas de su casco abierto en dos. Habían atravesado desde Vigo, pasando por el Canal de Panamá: triste fin para tal viaje. Por la avenida Costera sólo circulaban algunos camiones, los niños agarrándose atrás para chapotear en el agua mientras flotaban remolcados...


Largamos anclas y amaneció: los pelícanos cortaban las olas con sus alas, mientras las gaviotas cantaban para despertar al Sol... para colmos, bautizaron ésta tormenta como "Wallie" por ¿casualidad, acaso?

dedicado a Master Walter Guillis:

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