domingo, 8 de julio de 2018

II. ¿SUERTE? ...quizás, quizás, quizás...

cuando el Río Grijalva reflejaba al Madrigal...
...en la Villa deTacotalpa, aquel Agosto de 1974

AL OTRO SÁBADO me levanté con el amanecer, para nuevamente conducir la Jeep hasta el banco de Villahermosa y volver a pagar la raya de los jornaleros. A mi regreso seguíamos sin electricidad ni canastilla para cruzar el río y esperé en la ribera a que fondeara algún cayuco. Tardó en aparecer el boga y ya éramos diez cuando abordamos. Regresando a la otra ribera, noté que la tardanza del boga era por falta de experiencia: dos o tres veces intentó fondear nuestro cayuco junto al muelle y otras tantas le ganó la corriente, jalándonos río abajo; remontaba de nuevo sin fondear otra vez. Un último intento, cuando aquél miedoso desesperado brincó a la orilla y nos volteó al cayuco, mandando a todos de cabeza al río con los brazos cruzados y además, por no enlodar al tobillo vendado, con mis botas de goma bien puestas.

Con la cartera de la raya entre mis dientes, intenté nadar pero me hundí como piedra, gracias al peso de l'agua en mis botas y a la fuerza de gravedad con corriente. En el fondo, deteniendo mi avance a contra-corriente con un pié entre las piedras, descubrí que las botas hacían vacío cuando intentaba quitarlas llenas de líquido, jalando mi pié con las manos. De una patada me impulsé hasta la superficie, agarrando las ramas verdes de un sauce que acariciaban la corriente, mientras jalaba aire fresco para regresar al fondo como piedra, las manos llenas de ramitas verdes sueltas. Volví a la superficie dando otra patada desesperada, tomé aire de nuevo y antes de hundirme con más ramas verdes entre mis manos, noté que estaba llegando a la poza de los robalos. Ahí donde solía pescar con arpón y aletas, había fácilmente más de quince metros al fondo. Gluglú forever, my friend.

Con resignación y más bien inercia de Vida, una patada más me mandó a la superficie, agarrando ya por no dejar, la última ramita seca a mi alcance de aquel sauce, ahí sobre la poza de los robalos esperando tragarme y zigzagueando como trapo la corriente. AGUANTÓ: estirando la otra mano, junté más ramas secas y avanzando de ramo en ramo, regresé a la orilla de donde zarpamos. Ni siquiera había cruzado al río después de tanta odisea, con mi cartera entre dientes y tanta agua en mis botas. Por ¿SUERTE? la ramita más seca fué la más resistente. Con razón ¡naiden se deja las botas puestas! Ni para cruzar la tina de baño, que hay muy pocas ramitas secas por todo Tabasco y tiene demasiados ríos.

El boga forcejeaba con su cayuco lleno de agua, contra un zarzal sumergido. Quise ayudarlo, pero mis botas emplomadas con agua impedían todo avance. Tampoco me las podía quitar ahí afuera: con líquido adentro, seguían herméticas. Me acosté de espaldas alzando las patas y bañándome sorpresivamente la cara, por fin vaciadas las pude sacar bajo las carcajadas contajiosas del boga, con risa loca sin parar hasta tener dolido el estómago y hacer pipí. Exahustos, calmadamente bogamos el cayuco después de vaciarlo, sin problemas ni botas puestas ni miedosos desesperados a bordo, hasta la ribera de enfrente.

Me recibió el dueño del platanar, noble italiano de saracof y monóculo, alzando su copa: -Me decepciona su puntualidad, Ingegnère: llegó tarde para nuestro vodka tónic.- Al escuchar mi relato, respondió colocando una copa entre mis manos: -Jettatura, Ingegnère: jettatura”- y brindamos a la ¿SUERTE? para desagraviar mi torpe tardanza.

De tanto guardar en el olvido lo que conviene ignorar, una gota de Realidad hace'l rebosar. Como todo lobo con piel de oveja negra no ameritaba tanta ¿SUERTE? cuando aparecía la Muerte. Como si cada visita suya me protegiera, en vez de llevarme. Con cierto humor negro primero, con agradecimiento y cariño después, la nombré hada Ángela. Como inevitablemente me navegará hacia la Otra Ribera, nada mejor que una amiga protectora como guía: carcajearemos mis sinvergüenzadas por todo el trayecto, quizás hasta comparta algunas buenas de las suyas...


viernes, 6 de julio de 2018

I. ¿SUERTE? ...quizás, quizás, quizás...

cuando el Manto Nocturno arropaba al Río...
...en la Villa deTacotalpa, aquel Agosto de 1974

AFLORA LA SUPERFiCiE DEL OLViDO estar encargado de una finca bananera por una ribera del río Grijalva, ningún puente hacia la otra ribera y al resto de la civilización aún menos. Una canastilla pa embarcar los bananos era más que suficiente. Un viernes por la noche regresaba desde el banco de Villahermosa, con la raya del Sábado para los jornaleros y mi hambre con prisa por llegar a cenar. Rebasando un taxi lleno de gente, encendí mis altas estando junto a él, cuando justo enfrente apareció tremendo bordo de grava con brea y color carretera, alto como la proa de la Datsun cuyo velocímetro a 120 kilómetros nada me tranquilizaba, con una cerca de árboles empantanados a babor y el mentado taxi a estribor. Cruzaban mi mente veloces mensajes simultáneos, como ¡No frenas ni con chochos! pasando por Sin involucrar otros autos hasta el un tanto irreverente Ni pedo, Alfredo que desató mis carcajadas histéricas. ¿Cómo a punto de matarme, el úlimo pensamiento transcendental de éste neanderthal, era Ni pedo Alfredo? ¿Y a carcajadas? Al tiempo que afloraba mi locura, la cura completa estaba un maldito pasito tuntún al Más Allá. Muerto el perro se acabó la rabia pensé al final.

Un cañonazo me lanzó contra el techo borrando toda risa ipso facto. Centré al volante agarrándolo hasta con los dientes, mientras una bruma dorada impedía ver el exterior del parabrisas. Durante una eternidad, se fué acercando poco a poco un lejano chirrido de ruedas hasta ensordecerme y con una sacudida se inmovilizó la Datsun, silenciando todo alrededor mío menos a los mosquitos y ninguna bruma dorada flotaba. Afuera y enfrente, un par de luces se me venían encima a toda velocidad: la Datsun quedó inmóvil en sentido contrario ¡Invadiendo el carril del taxi! Frenó al centímetro de propinarme otro cañonazo más allá.

Aspirando tremenda bocanada de aire, logré al fin soltar el volante. Mis pies algo atorados dificultaron salir de la Datsun y preguntarle al taxi si estaban bien. Adentro, miraba ojos desorbitados del susto que les cortó la farra; el chofer, hijo de don Alfonso el ganadero -más prominente amén de cacike en la comarca- dueño fanático de una LandRover año cincuenta y seis a la que yo daba mantenimiento, me contó:

-Cuando usted, Ingeniero, se estampó contra el camellón de grava, voló por encima de nuestro capó girando como trompo; aterrizó de reversa, rodando en dos ruedas sobre el lomo de la grava con brea. Hasta apostamos: si volcaba entre los árboles o si caía sobre la carretera. Gané, porque sé cómo maneja y aposté a la carretera.- mostrando su puñado de billetes muy contento, mientras una punzada subía por mi tobillo izquierdo hasta opacar mi vista. Uno de los desorbitados entró a la Datsun para quitarla del camino:

-No se vá poder- informaba -porque pedal de embrague no hay y pedal de freno, pos tampoco hay.

Salió para dejarme asomar desde mi bruma: donde antes iban pedales, había un gran agujero negro sin piso. Salí para ver la Datsun afuera de mi bruma, los faros del taxi ayudando la luz de Luna: ya no tenía rueda ni suspensión delantera izquierda; la rueda trasera de ése mismo lado, estaba pegada transversalmente contra la defensa trasera. Todo el eje trasero tenía forma de herradura. Sentado en la Datsun por fin bajó la punzada y enfoqué al tobillo, notando que ahora estaba algo más corto. Traté de quitarme la bota pero estaba tan inchado que dolía demasiado. Salí para enviar un voluntario al Porvenir, rancho ganadero cercano y donde años atrás, Samuel el Tigrero me tomó como aprendiz: ahí tenían tractores para retirar la Datsun del camino.

Apareció un auto y señalizamos con lámparas de mano al peligro. Era nuestra Alcaldesa manejando de regreso a Tacotalpa: -¿Ya vé Ingeniero? Por andar corriendo como loco- dijo amablemente, a lo que reposté: -Desperdiciamos una Luna tan bella, doncita: me gustaría mejor atenderla a usted, que'l accidente por olvidar poner señales de aviso frente al camellón- logrando así esfumarla sin mediar más palabras.

Después de retirar la Datsun a lugar seguro, frente a la finca bananera, le grité al Mariachi Viejo que mandara la canastilla, para cruzarme a la otra ribera. Qué cosa más bonita es el Grijalba reflejando luz de Luna, entre ecos de sapos bufos delineando ambas riberas. Bajando la torre de la canastilla, me faltaba caminar un par de kilómetros hasta la cabaña donde Vicky esperaba con Juanito.

Recuerdo que la cojera a cada rato me tiraba al suelo; abundaban las venenosas naullacas nocturnas de cuatro narices (bothrops atrox), por ¿SUERTE? no topé con ninguna entre tanta bruma.

Toqué por fin la puerta de nuestra cabaña, diciendo a Vicky cuando abrió con Juanito en los brazos: -Tuve un percance con la Datsun pero estoy bien- y antes de cubrirme nuevamente la bruma pude ver su cara de horror, notando dos cosas: que no, no estaba nada bien y además, que se estaba agriando la leche que mamaba Juanito. Desperté sólo en mi catre al anochecer siguiente, sin la bota cortada para liberar al pié hinchado, destapando un tobillo de elefante, cuya gama de colores abarcaba del morado al violáceo, con una mosca verde encima y cuyo brusco aterrizaje me logró despertar.

Vicky entró con un huesero componedor de vacas y mulas (mi veterinario, como quien dice). Después que me privé en nuestra cabaña, cayó un huracán toda la noche, dejando nuestra ribera sin electricidad. Vicky encontró a la única persona capaz de atenderme por esta rivera. Nueve meses después que jalaron con todas sus fuerzas a mi pié, intentando regresar al tobillo en su lugar, dejé de caminar cojeando (y quince años después, saltaba en paracaídas aterrizando sin problemas). De ¿pura SUERTE? que si hubieran enyesado mi tobillo en vez de vendarlo, lo tendría rígido por haber cicatrizado sin movimiento.


jueves, 28 de junio de 2018

recalando en Costa Esmeralda - III


...AL SALiR DE LA CÁRCEL ¡olvidé mi nombre!
 Cuando la orejita cicatrizada no necesitaba más vendajes, regresé a Puerto Esmeralda. Mágicamente se materializó la Princesa con l'Ambulancia para presentarme a su devota amiga la Ruca. Como buenos amigos -patrona y empleado con beneficios carnales a reserva- así me hechizaba nuestra curandera. Supo evitar con dignidad cuernos automáticos (pero casi me arranca una oreja) y para celebrar esta nueva contienda, la Mazmorra local desplazó a la Barra como escenario y coartada (ahí, ni loca pasaría la Libertad). Tendría que conducir l'Ambulancia llena de cajas con donativos como ropa, básicos alimenticios, jabones y etcéteras (quién sabe de qué tipo) hasta dentro de la Galera, para ayudar a descargar todo junto con ellas, Princesa y devota Ruca. Debo añadir que para nada se rajaron.

 Llegando a la gendarmería que controla la Chirona por fuera, hay que dejar algún nombre para entrar. Inventé uno tan inolvidable que jamás volví a pensar en él y abrieron la reja sin revisar l'Ambulancia. En ésta Mazmorra los presos gobiernan y mandan: la Princesa bien sabía que un 'pinche gringo' desconocido y sólo como aparento ser, saldría bastante mal librado de tal experiencia, más bien con las patas por delante. La mirada de un conocido indeseable cubierto de tatuajes a línea roja, destacó entre la hostil multitud que ya me cercaba con intenciones funestas. Varios panes sobrantes del Cafecito habíamos compartido sentaditos en la playa, gozando cómo la Mar de Costa Esmeralda arropaba al Sol antes de dormir, tras la arena desfilando tanguitas a granel.

- ¿A poco te delataron? - pregunté cuando se acercó.

- No, estaba repedo (borracho perdido) y me agarraron en plena transa.

- Y por acá ¿A qué te dedicas?

- Manejo y distribuyo todo en éste penal, mira que estarían super desorganizados si no y hasta robándose uno al otro. ¿Y a tí, porqué t'entambaron acá?

- Por ponerle cuernos anticipadamente a una Princesa.

- A ver a ver, cuéntame ése chisme caliente con calma: te invito a comer y pasar unas chelas mientras cotorreamos. A lo pior puedo ayudarte a salir, si se trata de quien creo.

 Tan a gusto charlamos que se nos pegó la Ruca, amiga octogenaria -atractivamente juvenil- de la Princesa. Refiriéndose a los presos con familias viviendo ahí dentro, comentó:

- Qué horrible niñez para tan pobres criaturas - obligando que contestara:

- Vieras que no, doña Ruquita: estan en familia, su progenitor ni se emborracha y tanto los alimentan como alfabetizan. En el Campo de Concentración de una dictadura, conocí la Libertad (ya cruzó éste penal, el espíritu de la Libertad) por estar ahí dentro con mi familia.

 Atardeciendo nos despedimos dispuestos salir. Frente al gendarme con dos eses tipo Gestapo, traté de recordar mi inolvidable nombre viendo sin querer fijamente al pobre guardia. Desvió los ojos hasta más abajo por toda la lista y cuando paró el dedo, preguntó algo incomprensible con mirada interrogativa:

- Sí oficial, gracias - respondí firmando cualquier garabato en automático y vámonos por si las moscas. Sólo me queda añadir que comí más mejor y fresco qu'en varios establecimientos de la Costa. Curioso que gracias a Usos y Costumbres y cortejarme la Princesa vengativa, los súbditos me percibieron más bien como jefe en vez de víctima.

 Otra hechicería de la Princesa era atender moribundos con sida, forasteros rechazados por sus familias y que gastaban menos si morían en Puerto Esmeralda. Generosamente le heredaban sus pertenencias y de ahí la Princesa surtía con donativos a súbditos enchironados. ¡Con más vueltas que un caracol, nuestra curanderita!

 Qué culpa tengo yo de nacer ijoepú (rubio, en castellano) y cautivar gustos y caprichos de una Princesa...


Nexos @nexos:

martes, 26 de junio de 2018

recalando en Costa Esmeralda - II


¿¡ALMORZADOS POR LOS LAGARTOS!?
...casi pierdo la oreja...

 En Puerto Esmeralda remendaba cualquier cosa mi variedad MiLUsos a domicilio. Favoreciendo con creces l'Ambulancia de la Princesa (curandera de Costa Esmeralda) gracias al carácter impredecible de la dueña. Hoy, al untarse un labial inmejorable, se le metió en tan bella cabecita invitarme a pasear por la Barra. Con chaperones, desafortunadamente: la futura socia de Bélgica arribaba con dos críos a vivir con su marido. No más faltaba una gorrita con 'guía de turistas' por ahí bordado...

 Allá lejos y hace tiempo, había fondeado en aquella Barra. Me conocían bien y conduciendo por el camino urdí un plan. Como el inmejorable labial indicaba, era hora de avanzar al siguiente paso: atracar en la Barra, llevarlos a la Palapa del Ñoño y pedir de comer. Mientras preparaban y servían la merienda, evadirme con la Princesa tras el -Ahoritita regresamos- de rigor y a perdernos por la playa hasta bien entrado el anochecer. Más tarde, regresaríamos preguntando hipócritamente: -¿Por dónde se meten ustedes? Llevamos horas buscándolos.-

Laguna de Costa Esmeralda

 Estacioné y aseguré la Ambulancia junto al atracadero. Embarcamos en la pasajera y navegamos cruzando la Laguna. A la mitad, escuché un familiar y alegre grito:

- ¡¡Pintor!! - mientras que'l pasaje pretendía ser de sordos estoicos. Trepé la proa a corazón anhelante y sobre otra pasajera en paralelo, ondeaba la franca sonrisa de la Libertad, sin necesidad de labial alguno ni horario ni fecha en el candelario. El Domingo se hizo para que las teiboleras ignoren al Palenque y se dediquen a la familia de la Barra. Sorprendidos estaban mis acompañantes de tantos palmoteos y vítores hacia la Libertad: como fuereño y amigo de don Caifás, no necesitaba ponerme ninguna hipócrita careta. Seguí con mi plan desde que atracamos... radicalmente modificado al evadirme yo solito tras del -Ahoritita vengo- de rigor ...y la acústica de la playa me orientó hacia el canto de la Libertad. Ahí, el Tiempo simplemente se desvaneció hasta dejar de existir.

 Demasiado noche resucité de aquellas playas sin cielos nublados y cuando regresé con el Ñoño, buscaba mi tropa entre mesas vacías: - Pagaron y se fueron a pasear sin decir por dónde - y nadie sabía ya más. De noche salen los lagartos a cenar y también desayunan al amanecer. No me digan que se fueron a caminar solitos, como si acá fueran las praderas belgas. Y con niños tiernitos y crujientitos. También salen de noche la Onza comehombres, la Cuatronarices y los Puercoespines tan mal folláos, qu'ensartan vengativamente cualquier movimiento detectado... ¿Saborearían especialmente ésa sangre tan azul de una Princesa? Buscaba encontrar anque sea un dedito antes de alertar la Gendarmería. Pasaron dos horas más y la Barra entera con lámparas, lanzaba gritos a través de todos los manglares.

 Y entrelazado con la Libertad en otra nada fugaz eternidad, ¡qué me iba a importar si los bichos del manglar se indigestaban o no! Al contrario, tantos gritos camuflaban perfectamente los de la Libertad. Un burdo toquido con - Le hablan por la caseta, Ingeniero - me separó de nuestra oscilante hamaca y al otro lado de la línea, una Princesa en furia reclamaba - ¿Porqué te quedaste con MiS llaves?

- No Princesa, no tengo tus llaves. Sólo tengo las de l'Ambulancia. - Tras un resoplido como de mula se cortó la comunicación. Mi cuñado el hermanito de la Libertad, me llevó adonde estaba lista una panguita con motor andando: - Mañana cuando acompañe la Libertad al otro lado, la regreso p'acá - y me cedió las amarras.

 Un hasta luego con beso de la Libertad y a gozar nubes enteras de estrellas sin Luna, mientras los cocuyos se alejaban desmarcando la ribera. Algún que otro murciélago pescaba curioseando por mi cercanía. Un lagarto glotón seguía al cayuco de los pescadores: preparaban su carnada, hechando las sobras por la borda. Mutuos saludos al tragarnos aquellas mágicas tinieblas. Hechizaba navegar entre arriba y abajo, las dos bóvedas del Universo, con una panguita por nave y nuestra estela espumando un espejo líquido como Laguna.

 Antes d'esa noche, ni había notado que las Princesas resoplaran como mulas: debe ser una reacción a la adversidad. Porque resoplando así me recibió la curandera de l'Ambulancia, junto con cantidad de mosquitos que pican hasta la glotis cuando respiras y hasta las niñas de ambos ojos cuando tratas de mirar algo. En la Barra sopla una brisa constante que se los lleva hacia al interior de la Laguna, precisamente acá donde estábamos parados manoteando como locos. Nos encerramos en l'Ambulancia y regresando rumbo a Puerto Esmeralda, la Princesa copiloto se abstraída -por la comezón de tantos piquetes- en ignorar todo mirando al paisaje nocturno.

 A mis espaldas cobraba vida un interrogatorio en francés, con respuestas demasiado evasivas, entre la socia de Bélgica y su consorte. Bajo el pretexto de susurrarme al oído, la Princesa copiloto pegó su cálido cuerpecito para rozar con bífida lengua a incrédula orejita confidencial por la derecha, ocasionando arritmias de todo corazón por la izquierda y sus pezones rozones en plena derecha, pos también arritmizaban:

- Resulta que mi nueva socia quiso reunirnos para revelar 'algo muy importante': nuestra Sociedad Médica con Bélgica y dar así la buena noticia en familia. Su cónyugue, también tenía 'algo muy importante' que revelar a una familia tan sorpresivamente llegada de Bélgica: que ya vivía con otra y le andaba por divorciarse. ¡¡Bomba que explotó cuando me dejaste a solas cenando!!

 Con tremendo mordisco que me dejó sin haliento, casi arrancó la orejita confidencial chorreando gotas rojas y la aritmia se detuvo sin pezones rozones. La futura sociedad nunca se consumó, regresaron todos a divorciarse hasta Bélgica y ni el polvo les volvimos a ver. Pasando el Tiempo a duras penas consevé mi oreja, gracias a las terapias intensivas de la Libertad ...lo de menos su natural blondez...

 Entre Mujeres y Hombres, habemos de dos clases: en la primera semos Celosos y en la última, estaremos bien Muertos (exceptuando una Princesa, claro).



Nexos @nexos:

domingo, 24 de junio de 2018

recalando en Costa Esmeralda - I


¿LiBERTAD? ...ché vieja...

...una verdadera ijaepú (rubia en castellano)
del clan Teiboleras Descalzas del Talón (besitos, amigas)
y fichaba en el Palenque de Costa Esmeralda...

...de Viernes a San Lunes.

 Cuando don Caifás me invitó a su Palenque, hubiera sido imperdonable rajarse. Mi simpático y nuevo amigo no era cualquier cacique por votación ni a huevo por la fuerza. Caciqueaba porque Usos y Costumbres le otorgaron tal puesto, tenía madera y le gustaba darse el gusto. Generoso por naturaleza, se hubiera ofendido si pagara anque sea la propina. De pocas palabras y muchas nueces, era mi confidente e iniciador a la etiqueta local: captó instantáneamente la mutua simpatía al conocernos y mis carencias sociales le valían madre: pero sin orientación adecuada le sería de ninguna utilidad. Por otro lado, nada fácil encontrar un fuereño valemadres en ésta olvidada costa: la mayoría tan corren al primer disparo que vuelan sin cobrar, valemadres de pacotilla con absoluta faltancia de curiosidad. Espero no reencarnar en gato, porque de curiosidad debo algunas.

 Don Caifás confidenciaba en un tono afablemente insinuado -usando parábolas muy semejantes a los pasajes bíblicos más violentos, vengativos y catastróficos- la pura poesía y encanto de Costa Esmeralda en todo su letal esplendor, cruzando aquel Palenque sombrero de palma a la cabeza y fusca al cinto. Sin confidencias ninguna sinceridad nace, me fascinaba como la cuatronarices fascina a su presa; pero la confidencia del otro termina donde uno interrumpe preguntando. Darle tiempo al tiempo, ingiriendo cerveza tras cerveza y un mezcal desempance después, rayaba la primordialidad. Si acaso pensara rajarme ya era demasiado tarde, ni podía andar con tanto aguardiente de maguey: cuando las piernas ni responden no queda mas qu'escuchar y despejar certeramente cualquier duda aparente.

 Satisfecho al fin, don Caifás se levantó hacia la caja para hablar con el encargado del Palenque. Mandaron una botana con tasajo desde aquél universo parabólico y sangriento, reintegrándome de vuelta bajo la palapa cabaretera. Ahí sentada adornando la barra, una mesera cenaba su descanso en turno, con porte y gallardía más que figura y pelo rubio, nada comunes por ésta marginada costa. Mirando mis ojos se levantó con dos cervezas y una sonrisa: - ¿Necesitas compañía, güero?

- Lo que necesito es papel y lápiz para garabatear. Y gracias por la cerveza ¡Salú!

- En la barra tenemos papeles. - Trajo cuatro cuentas canceladas que al reverso eran blancas y un lápiz de colegial, expresando - Soy la Libertad. Y a tí ¿cómo te nombran, güero?

- Pintor - respondí mientras pensaba en 'la Libertad... ¿de averiguar si eres rubia natural?' con cara obvia y la Libertad divertida hasta las pupilas.

 Bosquejaba en los cuatro papeles, descifrando aquellas pupilas con sonrisa mientras seguían aportando cervezas y algún que otro mezcal. Una hora después salió don Caifás masticando el verbo 'Vámonos Tu Pinche Vieja Me Sacó De Onda'  y ni modo: averiguaré la blondez de la Libertad en otra ocasión menos estropiciada.

- Mientras dibujabas, vaciaba las cervezas que mandaba en ésa maceta con palmas, ahí juntito.

 La Libertad se puso tan azul pasando al blanco hasta volverse roja (egalité, fraternité, liberté) qu'estuve a punto de soltar el verbo 'Alons Anfans De La Patrí' a mandíbula batiente. Apenititas a tiempo recordé el cuento ése del príncipe Maximiliano, cuando Juárez el indio de Oaxaca lo ajusiló. Saliendo a la calle tras nosotros, el encargado habló con don Caifás y muy urgido con preocupado vinieron hacia mí, aquel encargado manifestando:

- la Libertad quiere disculparse con usted, Pintor.

- Ahí tu sabrás - respaldó don Caifás. Llegando frente a la Libertad, mi dedo le tapó ambos labios intuyendo su verbo 'Ni Tenía La Más Puta Idea De Con Quién Jugaba', justo cuando ninguna oreja andaba de humor pa escuchar nada: siempre levantando pasiones... ¡ché vieja!

- Me vale madre todo lo que digas, sólo vengo a pasar un buen rato contigo, nada más. Cual 'dama de compañía' dicen los catrinudos... ¡ni que fuera tan mala penitencia, Libertad! - en verbo 'Ni Te'spantes No Queremos Hacerte Nada Querreke', bien consciente qu'el más bajo ijoepú (rubio, en castellano) era yo, esclavizando así a la Libertad el día que topamos, no más por averiguar su blonda naturaleza. Regresamos al Palenque la mano llena con dedos entrelazados.

 Me abrasó con sabor a miel y cuando la Libertad te invade, no queda más que gozarla y sin amilanarse pecadoramente. Al unirse la Libertad con mi valemadrismo, obtuvimos resultados tan sorprendentes que labramos la eternidad con memorias aladas; nada de cielos nublados por nuestras playas, lo de menos su natural blondez. Ni herizos ni puercoespines se entregan al amor con mayor atención y cuidado.
...ché vieja...



Nexos @nexos: