Extiendo mis Alas
Como refugiado de la peor guerra allá en Pamplona, vivía mis primeros años de buena paz y libertad entre jotas, jesuítas y san Fermines. Cumpliendo los siete años, mi regalo fué tener todo el sistema digestivo quemado: era un fracasado total como "piloto de pruebas" del Mata$ano$ local. O se me curaba el Sarampión a saturación de sulfas, o el Sarampión buscaba entre otros pilotos, alguien que no muriera como yo ante tales pruebas: la Ciencia debía seguir su irremediable curso y los "conejillos de indias" ni éramos una especie en extición, ni tampoco nos protegían para nada.
-"Pero señora ¿cómo cree que vá vivir si no tiene piel ni mucosa en TODO su sistema digestivo? se está digiriendo por dentro."- decían tras la puerta mientras yo pegaba oreja desde fuera -"Lo podemos internar para que muera tranquilo bajo morfina."- (y además, cobrar por TODO el mata$ánico procedimiento ¿no?). Ni entendía que Line llorara tanto namás por mi próxima visita con Jesusito el de las Ostias.
Ése mismo día, mi hada Angela (a través del tío Otto, famoso por su rescate a Musolini) tomó los mandos de una Tante Ju 52/3m Ibérica, para volarnos hasta Madrid. Ése sí fué mi MEJOR REGALO DE CUMPLEAÑOS; por aquellas fechas, andaba leyendo El Maravilloso Viaje de Nils Holgersson (tan mal interpretado por el animé ñoñoriental como por las pelis rusas para retrasados) y Tante Ju mostraba aquél paisaje sobrevolado por los gansos, en una versión Sierra de Navarra francamente sensacional. Amplió tanto así mis horizontes que volví a olvidarme de Jesusito el de las Ostias para siempre: si hay que volar, conmigo a los controles y ninguna necesidad de malas Ostias.
Aterrizando en Madrid, fuimos con otro Matasanos (compadre de mi padre: desde mozos buscaban por los Alpes, Edelweisses para flechar Fräuleines), recién arribado de un Tibet donde ni las Sulfas conocían y que también me tomó como piloto de pruebas, saturándome con arroz blanco día y noche; mientras tanto, él esperaba su turno a las Américas viviendo como adivino con turbante, entre calles repletas de gitanas color la Morena mi hada Angela y con la buenaventura galopando por todas las líneas de nuestras manos.
Regresamos a vivir en Pamplona por dos años más; el primer año desayunando arroz, comiendo arroz y cenando arroz. La única opción al arroz era el agua y toda la que quisiera. Cual conde de Montecristo chino, asilado en el Château d'If y sin pagar renta. Después, nos mudamos a Madrid por cuatro años, donde poco a poco empecé a comer algo más que arroz y agua. Salmonete, merluza, biftec tartar, crepas··· pero las ensaladas y verduras crudas casi ni las digería. Las papas (patatas) me encantaban, las frutas ni digamos. El chocolate, la crema chantilly, los huevos de gallina ··· bueno: todo lo que más me gusta, o estaba estrictamente prohibido o era volver a empezar desde arroz blanco y agua. No es que ni aprecie al conde de Montecristo, palabra: es que me gusta la variedad y soy alérgico a la monotonía gastronómica ¡hombre!
Llevé mis gañanes de la VW al cine, para ver Donde las Águilas se Atreven; labor social como jefe de Reparaciones Generales en la mentirosísima "Organización VW de México", del grupo VW Interamericana. El vuelo inicial con "Tante Ju" entre los Alpes, trajo a la Memoria mi primer vuelo entre la sierra de Navarra, vívidos recuerdos de aquel Enero del '50 en sensoround y pantalla D-150; mientras tanto, ante cada escena con Kübelwagens mis gañanes aplaudían como locos (pobre público) entre vivas a grito pelado:
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