domingo, 18 de enero de 1970

18 de Enero, 1948: BOA DE HiELO

fin del camino a Pamplona
Olía tan mal el baño del tren donde Arlette y Line me escondieron, que salí para decirles que -"¡Ça pue la rage!"- justo cuando el inspector sellaba boletos y revisaba sus pasaportes belgas, antes de cambiarnos al tren de la Renfe allá en Irún. Entonces la SNCF de Francia y la Renfe de España no utilizaban el mismo ancho de vía. Había que transbordar entre cascos redondos que -"no eran nuestros amigos"- pero para nada y que sólo aceptaban oro, cuando llevábamos lo puesto nada más.

Las dejó pasar, exclamando: -"Qu'il est mignon votre contraband, Madame"- mientras sus amigos vascos proponían llevarme a Pamplona por Roncesvalles: la ruta de los Pirineos menos vigilada, por ahí pasaban todo tipo de contrabando. Durante aquel tempestuoso invierno, ya no era navegable el Cantábrico como cuando antes pasaron a mi padre. Hijo de un general alemán, mi calidad era de rehén: los aduaneros de la Françe me denunciarían con los cascos redondos americanos, antes de abordar aquel tren.

Llegando a Itxassou nos dieron el pitazo: los cascos redondos iban a revisar el camión por la ruta de Roncesvalles, antes de salir de la Françe: alguien nos delató otra vez. Nos bajamos y mientras el pescado seguía por la ruta establecida, tomamos a pié por el Paso de Rolando. Amainó la nevada y el viento, pero el frío no permitió pararnos hasta llegar a "la Piedra del Bayardo". Me gustó aquella piedra que agujeró con su casco el caballo de Rolando, donde aprendí a encender el Fuego de la hoguera y donde mi primera Fabada caliente me supo a gloria. Aquél Fuego del Campamento me cantó cómo los Moros habían emboscado a Rolando; no sopló su corno el Olifante, para dar tiempo a que Carlomagno se encontrara con sus tropas: su vida protegió la retirada del Emperador. Leyendas entre fuegos, campamentos y tragedias de tierras donde uno comía para dormir y avanzar nuevamente al amanecer.


Saliendo de Francia tres días después, nos esperaba nuestro camión. A la aduana nunca les importó el pescado de contrabando, sino encontrarme; los cascos redondos pagaban por denunciar cabezas cuadradas tedescas y de cualquier edad; tenían tanto pescado de sobra que lo dejaron pasar con todo y ruedas. Por fin bajé del camión en Pamplona, a la entrada del Campo de Concentración para Refugiados. Allá ví con alegría las caras sonrientes de Line y Arlette manoteando desde adentro. Cuando nos abrazamos saltaron lágrimas de alegría y escuché por primera vez:


-"¡Joyeux anniversaire, Jean Loup! Tu as cinq ans, maintenant"- mientras tanto al fondo, latones y percusiones berreaban ésta Inolvidable Marcha; inolvidable también que desde aquel día soy alérgico al frío.

Más inolvidable aún que ahí conocí la LiBERTAD, al evaporarse el aislamiento angustiante de mis mayores··· ¿Libertad en el Campo de Concentración de una dictadura?··· ¡HORRiBLE! opinan algunos de los más olvidables. Si ni sirven las fronteras políticas -como acabo de contar- pos menos fronteras tiene la Libertad. Tras ésa malla metálica protectora, ya no más sorpresas de la Zorra: ya no más sobresaltos que ni dejaban dormir a gusto.

NADA HORRiBLE, cruzar por los Pantanos de la Catástrofe y salir inerme: a muy pocos privilegiados nos sonrió doña Fortuna. Al fin MUJER, ya saben: protege los más sinvergüenzas.

NADA HORRiBLE, sobrevivir pruebas que a otros machos doblaron y a otros bravos quebraron, guiado por doña Inocencia. También MUJER, ya saben: guía los más piores.

EPíLOGO: México 1969 - de Cómo Enloquecer a la Gerencia VW
Ya era Jefe de Taller en la VW de México -(desapareció la VW Interamericana: evaporando así falsas promesas caribeñas)-. La mayoría de mis jefes alemanes eran ex-Hitler Jugend's, escogidos por el mismo Adolf en persona (como mano de obra gratuita) para fabricar Das Auto, entonces del Pueblo. El humor del mexicano bajo el mando del estereotipo alemán... no se l'acababan de acabar ¡Pobres tedescos! pior que cuando ocupaban la Françe.

Me llevé a todo el grupo de mecánicos junto con otros jefes departamentales (bien mexicanotes de rompe y rasga), a ver La Batalla de Inglaterra en el cine Diana (70 mm, y sonido sensoround). Nos mofamos como locos acabando la retirada de los Ingleses hacia Duinkerke. Se oye la radio y empieza la Marcha de la Luftwaffe, mientras sobrevuela y aterriza un trimotor Ju-52/3m (Tante Ju, mi madrina de vuelo), frente a bombarderos Heinkel He-111 perfectamente alineados. Abre la puerta un general, baja y efectúa la revisión de tropas (idéntico a nuestro gerente general, cuando bajaba a revisar mis gañanes de Reparaciones Generales, antes de subirse a su Variant ¡con Ceja alzada incluída!).

"Mira, si parece el Bauer! Camina igualito, no más le falta tener al dóberman desfilando con él!"- decían mis gañanes del Taller de Reparaciones.

"Pero si éstos hablan como Hans (nuestro gerente de servicio)"- contestaban los jefes departamentales. Todos aplaudíamos y vitoreábamos cada escena con Kübelwagens (no por nada trabajábamos en la VW), notables por su rueda sobre el cofre delantero y la carrocería tan cuadrada como la cabecita "d'un frisou".

La música del epílogo que supuestamente Ron Goodwin "compuso" en 1969, enchinó mi cuero como la primera vez que la oí aquel mediodía de mi 5º cumpleaños, arribando al Campo de Concentración para refugiados en Pamplona, después de cruzar los Pirineos a pié por el Paso de Rolando en aquel Enero del '48: fué mi PRiMER REGALO de cumpleaños. Ahí terminó la Segunda Guerra para nuestra familia, ya no más "criminales de guerra": ahora en España nos graduábamos a "refugiados".

La diferencia entre REíRSE AHORA en el cine años después, a REíRSE ENTONCES inmersos de aquella estúpida guerra, es la mismísima diferencia entre l'AZÚCAR y la SAL: ambas son necesarias para condimentarte la Vida, pero ¿cuál prefieres?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Bienvenido, pasa y tómate un Cafecito