Capitanes Intrépidos Vivía con lo puesto nada más y dormía en hamaca, bajo la enramada del bar "Crow's Nest" (nido del vigía) , después de entregar cervezas a los paisanos habituales así como a los nuevos. Cada mañana y por toda la playa, mi amigo (el dueño del bar) Crowe, vendía papelitos sellados por veinte pesos. Cada noche llegaban los compradores, pedían una cerveza y yo quitaba una esquina a su papelito. La cerveza costaba cinco pesos sin papelito: al acabarse las cuatro esquinas, el sello central daba derecho a otra cerveza gratis. La idea tenía un éxito rotundo, las tres lenguas que hablo me pagaban un lugar para dormir y los clientes me invitaban una de vez en cuando. Mis dibujos pagaban el sustento. Descubrí que lo mejor era dibujar entre cerveza y cerveza: les gustaban tener a un Barman dibujante. No pasaba noche sin vender alguno, entre cien y ciento cincuenta pesos. El día siguiente lo empezaba con un copioso desayuno, después de una enjabonada con todo y ropa en la ducha del hotel Arcoiris. El ambiente oscilaba entre 22°C y 32°C: así gozaba yo un poco del fresco tempranero. Ése día aparecieron en el horizonte negros y bajos nubarrones: nos alcanzaron en un santiamén, mientras las olas crecían arriba de cuatro metros. Sombrillas, sillas para asolearse y bares improvisados sobre la arena, empezaron a desaparecer bajo la embestida de la marejada o bien volaban por todos lados, gracias al viento que la trajo. A veces la lluvia cruzaba de lado a lado por nuestro bar de palapa sin paredes. Éso no desanimaba a los paisanos: más bien parecía que aumentara su sed. Al poco tiempo, trepado en las crestas de las olas, vimos a un camaronero luchando por mantenerse a flote. Bandeaba de babor a estribor desafiando las leyes de gravedad (las únicas leyes que funcionan en todo México). Parecía querer entrar a la bahía principal a contracorriente y sin éxito. Cambió entonces su rumbo hacia la otra Punta, bandeando demasiado cerca de la rompiente. Había momentos donde desaparecían sus chorros de achicar agua y apagó sus luces. Ahí noté que su motor había parado. La corriente marina lo jalaba hacia la Punta, mientras el timón con mano firme encaraba las olas. Siempre demasiado cerca de la rompiente...cerca ya de la Punta, volvió a encender sus luces, volvió a cambiar el rumbo y volvió a pasar frente nuestras almas en vilo. Las cervezas aumentaron su consumo y rezábamos entre tragos amargos por su tripulación. Volvió a querer entrar a la bahía principal...y se volvieron a apagar sus luces. Otra vez la corriente hacia la Punta lo jalaba, mientras la mano firme del timón enfrentaba crestas de verdaderos precipicios de agua. Continuos relámpagos dramatizaban la escena. Así pasaron tres noches con sus respectivos días. Nunca se dieron por vencidos, ni ése valiente Capitán ni su marinera tripulación, ni nosotros mojando al gañote. Como mecánico diagnostiqué lo viejo de su motor diesel, su desgaste excesivo y la necesidad de esporádicos descansos para no sobrecalentarlo. Carecía de potencia, de compresión y de mantenimiento. Su Capitán lo sabía: se mantuvo tan cerca de nuestra playa por si la mar los naufragaba, y recibir asistencia antes de ahogarse...Dios mediante. Acabó el temporal y estuvimos incomunicados por tierra durante dos semanas. Postes de alta tensión, palmeras y algún que otro hotel, habían desaparecido. El camaronero volvió a enfilar hacia alta mar, achicandose poco a poco de nuestra vista...tenían que llenar sus bodegas con pescado antes de la Semana Santa. Todos de pié en el bar, saludamos marcialmente a ésa nave enfilando rumbo al Sol, mientras moría la tarde... ¡ Capitaines Courageux ! |
Garabato: Jean Loup
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Caramba, yo también he sentido el temor por el barco y su tripulación. Glups. Afortunados ellos, que enfilaron de nuevo la alta mar...
ResponderBorrarMuy excitante, menos mal que tiene un buen final. Saludos.
ResponderBorrarMuy bueno, tanto como el dibujo. Me gusta mucho las historias de barcos, piratas y aventuras marítimas.
ResponderBorrarUna grata sorpresa tu lugar de la que estoy disfrutando mucho. Gracias Loup.
Mi abuelo materno era marinero y en el pueblo hay un gran respeto por el mar y sobre todo por los hombres y ,cada vez más, mujeres,que arriesgan sus vidas para subsistir.Se hace silencio cuando se habla de las interminables noches de tormenta.
ResponderBorrarEl mar siempre me ha parecido apasionante a la vez que tenebroso,cercano y accesible a la vez que lejano y oscuro.Siempre le estoy rompiendo la cabeza a mi Elo con comprarnos un barquito majete e irnos por ahí...a navegar.