Mostrando las entradas con la etiqueta Puerto Escondido. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Puerto Escondido. Mostrar todas las entradas

domingo, 13 de agosto de 2017

más Tribulaciones para un Mecánico Hotelero

ÁNGELA, nuestra Señora de las Hamacas
  El último turno del Arcoiris terminaba a las 11 de la noche, hora oficial para los asaltos en toda la Zona Costa. Floriberto vivía hasta arriba del batallón y le tocaba entre los últimos para llegar a su cantón. La Combi Arcoiris estaba ya tan viejita que nadie se la iba a ocurrir robársela al regresar vacía a través del lumpen. A veces veía un chaparro con chambergo puntiagudo negro, sentadito a la sombra de un tronco junto al farol eléctrico. Me veía pasar y lo saludaba con gusto por esfumar mi solancia. Me contestaba efusivamente, igualmente solitario. A veces me saludaba ansioso ya cuando subía retrasado y le contestaba con la mano. Que se me ocurre comentar con Floriberto -“Mira, hoy salió más temprano el güey del tronco”- y ya no quiso volver a subir por allá conmigo. Tuve que escoger otra calle paralela para rodear el árbol del güey con chambergo puntiagudo negro y poder llevar a Floriberto hasta su casa: prefería arriesgar un asalto o la vida, a pasar otra vez junto al tronco ése.

  Recordé que así pasaba en mis mocedades, por aquel Bosque de mi niñez temprana: jugaba con niños que vivían en las barrancas entre raíces de añejos troncos, ahí donde a veces hacían su cubil las Lobas. Nunca entendí porqué espantaban a toda la campesinada si eran tan amigables. No se dejaban ver por cualquiera y a cada quien su conciencia: contaban mis abuelos que por guardar el cazo con oro del Arcoíris despertaban ambiciones mediocres sin fondo y como nuestras cabezas, también eran dorado premio para la práctica de tiro, por Dios y por la Patria.

  Encargado del Arcoiris en Zicatela, -cuyo único cazo de oro eran las fosas cépticas- empecé a ser observado silenciosamente por un caballero de camisa blanca, pantalón negro y sombrero de paja cubriendo un rostro a mostacho negro. Primero discretamente para no obstruir mis actividades nocturnas, poco a poco venció su timidez y empezó a ser más obvio. La mayoría correrían espantados al verlo dando mala fama y como ya estaba bastante solitario, se aseguró de mi templanza antes de acompañar los trabajos hoteleros nocturnos. A veces, se asomaba en pleno día por la ventana del taller-bodeguita a un lado de la piscina, atrás del jardín. Mentalmente le daba la bienvenida y me venía a la mente que estaba muy contento de tener un amigo.

  Desayunando con José Luis (dueño del Arcoiris) me atreví a comentarle sobre mi nocturnal e incorpórea amistad. José Luis nació en un rancho ganadero de Tuxpan, rodeado de monte con sus correspondientes Duendes, no pensaría que soy un ignorante: loco quizás, d’eso no hay ni la menor duda. Al escuchar mi novela, me indicó una señora entrada en bien conservados años y cubierta de encajes blancos, desayunando en la Galera (el restaurante bar del Arcoiris) y que le contara mi anécdota. Nos levantamos y después de las presentaciones de rigor la acompañamos a su mesa.

  Sorpresa la mía: era hija del propietario del terreno donde más tarde José Luis fincó el Arcoiris. Había sido una rejoneadora de renombre hasta su retiro; después de escucharme, sacó una foto muy antigua desgastada por el tiempo, donde posaba m’incirpóreo amigo a cuerpo entero y el mostacho muy sonriente. Según ella, siempre estaba reparando o construyendo algo en su terreno usando las manos. Yo cuidaba igual del Arcoiris y éso inició nuestra amistad. Le vendió la finca a su papá con la condición de no abandonar el terreno a la buena de Dios y poco después navegó hacia la Otra Ribera. Regresaba de vez en cuando para revisar el estado de las cosas que dejó en ésta Ribera.

  A los incorpóreos les gusta darnos gusto así como a los bichos también. Uno puede enviarlos para dar luz o entregar tinieblas, la intención es nuestra propia decisión: podemos sembrar vientos y cosechar tempestades o bien sembrar semillas y cosechar la Milpa. Decía mi compadre Lucio que’n sueños, después de hacer la limpia de un paciente, se le apareció aquel espíritu reclamando que no lo dejara hacer su labor:

  -"Me enviaron para cobrar una deuda ¿Hasta cuándo podré descansar si no me dejas pasar?"- a lo que respondió mi compadre:

  -"Reclámale al que te mandó".
AMANECE LA VOLCANA, desde Casa de mi Compadre


viernes, 11 de agosto de 2017

una OLA de HOLAS desde México: ¿escritor yo? ¡¡PARA NADA LiMONADA!!

  Soy vil máistro automotriz y demás hostias por nacer con habilidad manual y visual. Alguna vez qu'el tiempo marcaba 1990, un amigo de ésos que ni necesitas enemigos, ofreció pagarme la traducción al castellano de Manuales Chrysler p'al taller (originales en inglés). La computadora “haría todo lo demás, yo te enseño cómo” y ni recuerdo cuántas planillas ni cuánto por planilla, calculando como un mes de escritura.

  Me sentó frente a una Lap -revolucionaria por aquel entonces- con pantalla de cristal líquido sin luz, cuyo texto azul claro contrastaba sobre un fondo del papel aluminio que hoy usamos en la cocina. Sólo alcanzaba a ver qué escribía en el único, rígido y siempre incomodísimo ángulo que automáticamente reflejaba la ventana, o la lámpara, o cualquier otra cosa brillante del entorno. Su lenguaje maravilloso y mágico era el maldito Word Perfect. ACABAMOS a comienzos de 1991, 6 meses DESPUÉS del cálculo inicial: si me daba sed, la compu celosamente se ponía rara, paralítica y a reiniciar todo aquel dedálico rollo del protocolo por una hora; igual cuando me daba hambre, o si preguntaba alguna duda, o si entraba alguien y si salía también. Todo ésto, intercalado a la veintena de cortes eléctricos tan clásicos en el Cuernabalas del dios vuestro de CADA DíA, tanto en aquel ayer como hoy en día (y por la noche aún pior) .

  Juré que JAMÁS (cuidado con la palabrita: te escupe toda la cara cuando menos lo esperas) JAMÁS me acercaría a ninguna otra computadora en toda mi vida. Casi inmediatamente perdí la memoria por 4 años y ya en el Hotel Arcoiris que regenteaba en Zicatela, me pedían menús con diferentes ofertas del Restaurant ¡¡a Diario!! Aprovechando mi lapsus desmemoriante, sentado frente a otra compu (con pantalla iluminada ¡¡menos mal!!) volví a teclear en Word Perfect (perfect-amente ODiOSO) e imprimía menús cada mañana por la mañana. Para regentear al Arcoiris sin recordar nada, escribía papelitos y papelitos y más papelitos con diferentes fases de todo lo que hacía (desde reparaciones y compras del Hotel, peticiones de diferentes huéspedes y empleados, hasta los menús mañaneros), llenando así todo mi maletín. El Mazo (el maz-ojete de la banda: dueño del Arcoiris y también amigo d'esos que no necesitas enemigos) me dedicó el siguiente dibujo:
  Comenzó la Internet cuando recuperé la memoria -hasta cierto punto- y cambié al Arcoiris por inolvidable galana Aimara de Metán: también me regalaron una Combi y desayunaba con Mate en vez de Café. Al año, regresé a la Hacienda con la familia olvidando a mi amada Aimara -graduada como EX- y volví a desayunar con Café. En 2002 heredé la compu '97 de mi papi el General, una HP Pavilion con (no se asusten) 32 Megas de Memoria RAM. Por la misma curiosidad que mata tantos gatos, la conecté y arrancó sola SiN maldiciones, con nada de Word Perfect: ¡¡Perfect-ísimo!! Y caí en ésta trampa del escribir que te corrijo, te corrijo y vuelta a corregir lo corregido, ad infinitum... Un hijo me conectó a la Internet con tarjeta prepago y empecé los Emilios con otro hijo en Sharm el Sheik; quise ver ésto del Blog qué onda a dos índices de velocidad y mirando el tablero, o cada parpadeo tecleaba una letra equivocada y vuelta al te corrijo que te corrijo.

  Como aquél Emilio era @Yahoo! mi blog estaba en la Yahoo!360° y algunas personas gustaron mis olvidosos recuerdos, basados en notas del misterioso maletín escrito desde el Arcoiris ¡no vaya a tomar otras vacaciones doña Mnemósina! Comencé a corresponder comentarios en lo que relataban mis nuevos desconocidos, alcanzando niveles de mejores amistades que’n la vida real: no tenía que soportar su presencia ni ellos tampoco. De una vez cada semana pasamos a dos (o más veces en las lluvias). Éramos de todo el globo parlando en castellano. Odiábamos al Féisbu con singular agrado y a Máicrosof también, por alergia común al azul yanqui que destroza pupilas quemando retinas. Todos éramos (y somos) proletarios sin dinero para Appleses, manzanas más caras aún que la original de Eva.

  Murió la Yahoo!360° prometiendo el cielo y las estrellas antes estrellarse forever. Nos pasaron a Multiplyca y agarramos vuelo, se sumaron más adeptos y la adicción así invadió nuestras plácidas vidas. Para poder comer, desde mi cocina abrí un blog donde fotografiaba -y a veces carbonizaba- mis alimentos. Lo mismo con la mecánica automotriz o ya no tendría €ntrada$ (ojalá y crecieran como las entradas de la frente, joer) y así con mis mascotas, el jardín, los paseos a Tepoztlán... hasta que murieron al Multiplyca, poco después de volverse un sitio culebrón de ventas.

   “Algo” hay con la Internet que cuando un sitio empieza a funcionar mejor de lo mejor, te hace todo lo que necesitas sin laberintos incomprensibles ni pedir claves culeras y funciona más que nada comunicando a los de habla castellana -como nos gusta a los que vivimos sencillamente a gusto- a "alguien" (de habla inglesa, notablemente) no le gusta y lo elimina sin miramientos para regresarnos al inframundo laberíntico del Gúgle Blogger.

  Algunos nos r'encontramos en el odiado Féisbu, ni modo: es sano dejar de odiar. Otros nos fuimos a diferentes foros que nunca pegaron. Por ello estoy aquí, por mi excelente (anque negrera y desaparecible) Capitana, la que si no escribo saca su látigo con los Contadores de Estrellas: doña Isabel Drake. A ver acá si no camino la plancha hacia los tiburones, ya veremos.

  Nadie lo sabe ¡EXTRA, extra: chismex! pero escribo a lo tonto desde mis vivencias, sueños, intuiciones y papelitos del maletín, pior que colegial del pre-kinder. Después corrijo mil y una veces, hasta que solita aflora alguna narración escondida al cuajar mi sopa de letras y voy esculpiéndola poco a poco. Tan lentamente, que me parte la mami ésa limitación de tiempo correccional en algunos foros, es como MÁS ESCRiBO: corrigiendo y corrigiendo, a veces durante TODA LA SEMANA (¿limitar a 15 minutos? ¡RiDíCULO!). Otras veces me toma más tiempo, hasta un mes pero ni modo: el Blogger es tal follón con ésa madre tan mal parida del «G+» que casi ni nos podemos comunicar nadie con nadie; mejor pongo notas y enlaces al Féis, donde NAiDEN CONTESTA, ni siquiera uno en cada 100 de aquel Multiplyca.

  Bueno, por fin me presenté y como ven ni sé escribir (ni tampoco quisiera aprender p’acabarla de joer). Eso sí, fomentó mi uso del Noutbuc acá abajo en mi Lap. Por éso tardé tanto en presentarme y antepuse algunas publicaciones, dispensen mi autismo. Más vale tarde (¡tardísimo, güey!) que never, de limón la never.

NOTA.- en 1997 Paulina Huracanada editó al dibujo del misterioso maletín con agua.

miércoles, 9 de agosto de 2017

las Tribulaciones de un Mecánico Hotelero

  Cubría dos turnos de 8 horas o un turno de 16 horas -de a como prefieran dividir al Tiempo- con libertad de escoger mis descansos y organizar a modo mis actividades. La Bula Matari (mi VW "Kurierwagen" '75) carecía de capacidad para llevar todo el personal del último turno.

  Comenzando la temporada de lluvias con asaltos a granel, puse a trabajar la Combi '82 propiedad del Arcoiris. Cada mañana, salía de compras para el Hotel y su Restaurante-Bar; entrada la noche, entregaba al último turno por diferentes rumbos d’este Puerto sin atracadero, pa que no repartieran sus míseros sueldos a diestra y siniestra tratando de llegar vivitos y coleando hasta su casita hogar.

  Ése día más que completo, ya sanos y salvos casi todos nomás faltaba entregar a doña Leo, nuestra jefa de cocina y al Gordito cajero del Restaurante-Bar. Vivían encumbrando las márgenes de la población al otro lado del Aeropuerto, entrando desde la carretera a San Pedro por una brecha paralela a la pista de aterrizaje. Con el chubasco recién amainado evitaba atascar la Combi por el lodazal, manteniendo de 50 a 60 kilómetros por hora. Si reducía la velocidad se undía en el lodazal y si aceleraba, manifestaba su disgusto a coletazos de pescado y los pasajeros arrepentidos de haber nacido.

  Cruzar un hilito de agua insignificante a tal velocidad, despegó del suelo a la Combi y anque m’encanta volar, francamente prefiero pilotear algo con alas. Volábamos en una trayectoria recta y horizontal, cuando menos. Desafortunadamente, allá abajo la brecha se desviaba hacia la derecha; aterrizamos como una piedra de cuatro ruedas, entre el zacatal de yerba junto al camino por estribor y a babor, con escasos diez centímetros de la tela ciclón y los postes de cemento que rodeaban la pista aérea. Fué el momento más que oportuno -indispensable, diría yo- para aplicar las enseñanzas de Robert aterrizando su patín de cola; el jalón hacia la tela ciclón -y los postes de cemento a nuestra izquierda- fué extraordinariamente similar al de su avioneta, mas media vuelta de contra volante y a dos manos de fuerza para lograr mantener una trayectoria recta, mi vocecita interna gritando -«¡¡ni se te ocurra tocar los frenos!!»- mientras el Tiempo se desbocaba alcanzando CASi-CASi la Eternidad y sin parar, hasta que talar tanta yerba con arbustos nos frenó. Doña Leo paró su cotorreo con el Gordito y preguntó, coquetamente: -«¿Porqué paramos aquí y a ésta hora, Don?»- creyendo romance en Combi a la puerta. Sin poder articular palabra solté el volante, tomé la linterna de la guantera y la apunté por afuera, debajo de mi asiento; la rueda delantera izquierda mostraba más de la mitad por fuera de la salpicadera, cual ala acostada totalmente horizontal.

  Con calma bajé a detallar daños; levantando un poco la Combi con el gato y apartando tanta yerba, percibí qu'el salto iniciador de nuestro corto vuelo, sacó una rótula de la suspensión izquierda, aterrizando así con la rueda en horizontal, sobre un talud; la otra rueda buena, rodó metida en una zanja abandonada, cuyo material formaba el talud a la izquierda. Sin acostarse la rueda izquierda sobre el talud, nos hubiéramos volteado a la derecha sobre el camino. Sin rodar la rueda derecha dentro de una zanja, nos hubiéramos acostado por la izquierda contra la tela ciclón y sus postes de cemento, antes de invadir la pista de aterrizaje. La Maule con patín de cola de Robert, me capacitó perfectamente para mantener recta nuestra trayectoria de hoy (gracias, amigo Robert) y logré aterrizar la Combi sobre tres ruedas... y un talud.
El "Lugar de los Hechos" visto de día, sin tropa y con la zanja tapada
  El Gordito se quedó a cuidar la Combi con doña Leo acechando su inocencia nocturna, mientras yo caminaba hacia la carretera para encontrar un taxi. Caminando a pié bajo ése cielo estrellado que dejan los chubascos nocturnos, me preguntaba: ¿porqué un hilito de agua tan leve provocó el Vuelo del Fénix?... Porque  abajo era un profundo vado que desaguaba toda ésa zanja abandonada, dejando agua a nivel inocente cuando paraba de llover. Parecía tener un centímero de profundidad y era bastante más profundo que la zanja donde aterrizamos.

  Media hora más tarde llegué al Hotel y José Luis en la jarra con clientes y amigos. Brindé para bajar susto y huevos. Subiendo lo necesario a la picop, partimos al rescate de doña Leo, del Gordito y de la Combi, copa en una mano y la otra con botella a fin que naiden era manco. ¡Salú!

  Arribando al lugar de los hechos, soldados en tropa mantenían a la Combi bajo resguardo y en un santiamén esfumamos copas y botellas: no alcanzaban para tantos. -«¿Será que'l Gordito violó a doña Leo?»- pregunté a José Luis que respondió -«Al revés volteado, nuestro cajero ni cumple 19 años y doña Leo...»- cuando nos interrumpió la tropa cortando cartucho a Máuseres sin apuntar a nadie pero en alertas y preparados-listos, un Teniente interrogando a qué le tiraba un vehículo tan sospechoso, estacionado ahí en Zona Federal junto a la pista y por largo rato: -«¿Acaso esperaban algún aeroplátano con droga?»- Recordé que Line decía: -«Los cascos cuadrados son nuestros amigos...»

  Mostré los daños y nos dió apoyo incondicional. La tropa cargó con la Combi desde la zanja hasta el camino y ahí logramos meter la rótula en su lugar, despedir al teniente y conducir despacito dejando en sus respectivos hogares a doña Leo y al Gordito. Regresamos al Hotel a terminar nuestras ocultas botellas y para cambiar las rótulas de la Combi, mejor mañana pa distraer la cruda. Entre la tropa, doña Leo era más popular que la Adelita y creí que se iba a quedar ahí junto al Aeropuerto. Menos mal que no: el Arcoiris hubiera perdido la Jefa de Cocina con la mejor sazón de éste Puerto sin atracadero.

    Rebeca atiende un Huésped de la Galera

Nexos @nexos:

viernes, 14 de noviembre de 1997

Aberraciones Cromáticas (1997)

Las mascotas de mi cabaña de hueso de palma, joyas de inmovilidad y camuflaje, visibles tan sólo de reojo ...
(prismacolor scholar de 12 colores, sobre bond carta)

martes, 11 de noviembre de 1997

Garabatos (1995/97)


Sentado en "el Cafecito" de Carmen & Dan, en la playa Zicatela de Puerto Escondido, cada mañana llenaba papeles a lápiz mientras me tomaba más de 10 cafés ... algunos garabatos, ¡hasta me los compraban! (vil lápiz sobre block cuadriculado o sobre estraza, copiados en xerox -1995 a1997)

Enlace: Casa de Dan y Carmen - Apartments and Cabañas

Anécdotas de aquel tiempo:
  1. viendo hacia la Otra Ribera
  2. *Capitaines Courageux* (Temporal en el Pacífico II, 1995)
  3. la Perica y yo
  4. Puerto Escondido, Oaxaca: su historia

jueves, 9 de octubre de 1997

Tormenta en el Pacífico III: la Perica, Delia y Paulina (1997)

puerto Escondido, Oaxaca: hoy cumple años Delia, mi amiga de Metan, provincia de Salta (no conozco la geografía Argentina: son coordenadas de Delia) . Como no llevo ningún regalo (además de que otros invitados nunca aparecen) le digo en son de broma:

“Yo soy el regalo”- y para sor·presa mía … a la noche, se le fué la mano!


Pasado un mes, el dueño de los bungalows donde vive Delia, amablemente le notifica que como ya no es galán en ciernes (ocupo la plaza) tiene que mudarse y dejar libre al Bungalow para otra clienta/víctima...más soltera.

Vivo en una cabaña hecha de hueso de palma. Delia se muda conmigo sin reparos. Decidimos que:
  • la Perica ya no es Rebelde (todo lo contrario: es de un dócil…)
  • soy mecánico y una perica es llave de mecánico: ése es su nombre predestinado
  • es el símbolo que marca la asistencia mecánica en las carreteras de México
  • hay una organización sobre ruedas de asistencia gratuita en carretera: los ángeles verdes, conformada por expolicías de caminos ya jubilados (tienen radio, herramienta y refacciones básicas para ayudar al descompuesto);
  • no será un ángel, pero las pericas también tienen alas…
  • además está pintada con dos tonos Verdes...
El destino se manifiesta en las formas más extrañas, inesperadas y surrealistas. A veces no capto que nunca son casualidades…

Empiezan noticias de que Paulina viene a Pto.Escondido. Paulina es un huracán tipo 4. La leyenda dice que los huracanes nunca entran a Puerto. Se cumple la leyenda: Paulina toca tierra en Puerto Ángel, rodea Pto. Escondido yéndose a la montaña, vuelve al Pacífico por Coyantes y se ahoga en Acapulco junto con 2,000 almas. El gobierno no reconoce esas cifras (ni las del temblor del ´85). Mi hijo Álex, vacacionando en Acapulco, logra sobrevivir (¡gracias, destino!) para contarnos todo después.

Aunque Paulina no nos pega de lleno, nos deja sin electricidad, sin agua potable, sin carreteras y sin vuelos. Los víveres escasean; no hay trabajo, ni gasolina, ni dinero, ni nada. Decidimos vender la Perica para salir del atolladero. Me voy al hotel Arcoiris para ver su dueño y muy buen amigo, JoséLuis. Precisamente necesita una Combi. En el camino, la Perica decide que sin gasolina ya no vá. Y en plena carretera costera del Pacífico.

Trato de empujarla; me ayudan otros, pero nos gana su peso. Se vá contra los autos parados detrás. Quiebro el volante para esquivarlos. La Perica se para y empieza a avanzar hacia el talud de la carretera. Quiero detenerla, imaginando el destrozo de vidrios al volcarse de lado por el talud, sin encontrar después entre los escombros, a la poca herramienta que me dió Ramón Tigre Azul. En cambio, veo cómo la dirección se mueve sola, y la Perica se endereza.

“Déjala ir o te vá a jalar”- me gritan. Suelto la puerta y veo a la Perica bajar rodando de frente por el talud. Abajo rebota en un camino y salta para caer entre una barda de 30 cms y la pared de una casa, aplastando nada más al tubo del desagüe con su defensa; aparentemente, la Perica está intacta! También veo que tanto circo reunió un gentío de locos. Temiendo la aparición de la policía, me esfumo a pié hacia el Arcoiris para encontrar gasolina.

Al regreso, el público se fué y el tráfico por la carretera es otra vez normal. Arranco la Perica con la gasolina que me dio JoséLuis, la reviso y no puedo creer (que hoy 18 años después -en éste 2015- ¡sigua funcionando!) que no le pasó nada. Un colega pintor, Andrés, camarada del Tigre Azul dice al pasar:

"El destino te la regaló, el destino te la quitó por pensar en vender, y ya te la volvió a regalar… a ver si así entiendes que es sólo para tí, bobo"
Jean Loup

Enlaces:

miércoles, 8 de octubre de 1997

los Olvidos de la Memoria (en Otoño de 1997 y desde 1944)

Puerto Escondido, Oaxaca; otoño de 1997

Despidiendo al huracán Paulina con el anochecer (VER: Tormenta en el Pacífico III: la Perica, Delia y Paulina - 1997) vimos desfilar frente a nosotros varios cascos cuadrados, bajando de camiones militares Mercedes-Benz pintados con el mismito gris rata del '44: inmediatamente inundaron mi memoria, olvidados há varios años que hilo a continuación:
la Françe; 1944
Mucho tiene que ver la suerte, con nacer en una guerra y de una familia bastante extaña:
  • Mi padre, el SS-Brigadeführer und Generalmajor der Waffen-SS (ingeniero del ejército al mando de la SNCF), imposibilitado a matrimoniarse porque mi abuela materna murió soltera: ¿cómo comprobar que mi abuelo no era judío?
  • Mi madre, con nexos maquís para extraer trenes hasta Suiza, sin que volaran por los aires en nombre de "la libertad", tan defendida por maquís saboteadores de trenes (de trenes franceses bajo el mando alemán de mi padre) para que no llegaran a ninguna parte y con fugitivos viajeros, que necesitaban llegar para enriquecer lentamente la banca Suiza, depositando modestas posesiones en oro a cuentagotas, junto a jugosas ganancias en dinero "para lavar", tanto de industriales como de políticos, repartidos por ambos bandos de ése enorme negocio llamado guerra.
  • Mi nana Rosa, alsaciana de origen, solterona ya quedada que amaba los niños. 
  • Mi tío Sacha, comando voluntario ruso, ayudante personal del general.
  • Mi otro tío Otto, fanático de los planeadores, del paracaidismo y otras operaciones descabelladas.
  • Y mi hermana Arlette, 9 años mayor y oficiando como segunda madre cuando mis padres quedaban atrapados del otro lado del frente. En 1944 el frente era tan cigzagueante, como el avance de Sensemayá.
    Hoy éramos territorio "liberado", mañana pertenecíamos al "Reich" nuevamente; mientras, ambos bandos regaban tal ir y venir con sangres igualmente rojas, fertilizando así una tierra muda de horror.
  • Vivíamos en la granja de los señores Bastiè, vallée de Cheuvreuse. Ellos oficiaban como mis abuelos, yo les ayudaba con labores de la granja; arreglar el establo, recoger los huevos, alimentar a gallinas y gansos, llevar las vacas a pastar, cepillar caballos, ir a recoger bayas, hongos, piñones u otras yerbas del bosque, asegún la estación ··· pocas veces "las líneas" retumbaron cerca. Lo cuadrado o redondo de los cascos desfilando al día siguiente, indicaba de qué lado estábamos. Cuando eran redondos nos escondíamos en el bosque hasta el regreso de los cascos cuadrados.
Vallée de Cheuvreuse, otoño/invierno de 1944
Los campesinos entre quienes vivíamos, no confiaban en sus industriales ni en sus políticos: ambos habían vendido la Francia; primero a los alemanes y ahora, peor aún ¡a los americanos que ni europeos eran! Los temían tanto como a los rusos; los veían como salvajes ignorantes, que nada más nos venían a saquear. Su aviación acababa con todo lo que se movía en el suelo, por carreteras y por vías férreas; lástima que todo lo que se movía, eran franceses en fuga ···

El bosque nos protegía de tal destrucción aérea; la terminal ferrocarrilera cercana estando bien camuflada con sendas redes y sus trenes bien cubiertos con ramas. Varias veces acompañé  allá al tío Sasha en su Kettenkrad; me encantaba el ruido de las orugas y le ayudaba para arrancarlo con el cran, deteniendo el acelerador como indicaba mi tío. A veces no quería que lo acompañara, como cuando se iba sólo después de hablar por la radio, usando ésas palabras que ni entendía y me dijeron después, eran en inglés.

Intrigado me escapé de la granja, siguiendo por el camino las huellas de las orugas y su rueda delantera. Oí un avión acercándose muy bajo, pero no sonaba como los de combate: era mucho más suave. Cuando llegué al borde del bosque, ví al tío Sasha vestido de ruso junto a un avioncito de ala alta, bajando cajas que subían al Kettencrad. Casi se desmaya cuando le pregunté en la casa ¿porqué se vestía de ruso para jugar con el avioncito? Me hizo prometer que no iría más al lugar del avioncito. Era de los cascos redondos y con él mandaban comida y balas para los maquís; pero el tío Sasha con su radio, los atraía para llenar nuestra despensa y tener balas para nuestras armas, diciendo que era un contacto ruso. Mi pelo rubio, hubiera delatado el truco inmediatamente (mi madre decía que tengo "la cabeza demasiado cuadrada"). Nunca volví a preguntarle nada, ni me dejé ver de nadie; pero me gustaba demasiado ver despegar al avioncito ése, como para quedarme en casa.

Ésa mañana, madame Bastié y yo salimos al bosque buscando bayas para hacer mermelada. Mientras Madame recolectaba frutas en su canasta, fuí al tan prohibido lindero del bosque donde furtivamente aterrizaba el avioncito ése, atraído por el tío  Sacha y bien encandilado con su radio. Cerca, tronaba el avance de los cascos redondos; sorpresivamente, apareció la Gestapo y le tiró a Sasha en plena frente, antes de poder identificarse ni hacer nada como despedirse. Asomaron algunos cascos redondos que, demasiado tarde, acabaron con ésos uniformes negros. Escuchando tanta metralla, Madame me llamó y nos fugamos a lo profundo del bosque. (mi madre advertía: "los cascos cuadrados que eran nuestros amigos, ya se fueron. Los cascos redondos, ¡no son nuestros amigos para nada!")

Tratando de escondernos en una cañada, madame Bastié cayó y se rompió el brazo derecho. Me dijo con cara asustada:

"Wolfgang, ahora tienes que ser grandecito, ya no puedo cargarte" - Madame tenía entonces más de 70 años, yo casi 2. Mientras se vendaba el brazo con una tira de su vestido, vagué por la cañada encontrándome a dos "perritos" juguetones, frente a un agujero tapado con las raíces de un árbol enorme. Me lamieron las manos y entré al agujero con ellos. Había algunos huesos y una especie de hojarasca en el piso.

Regresé por Madame, y la llevé hasta el refugio encontrado, diciéndole: - "Ahí no nos encuentran" - Casi se muere del susto cuando llegamos: la mamá de los "perritos" estaba lamiéndolos. Se acercó a mí, mientras Madame estaba tan paralizada que ni hablaba, ni respiraba siquiera. La mamá me olió las manos que extendí para acariciarla, y las lamió. Agarré a Madame y le dije: - "No tengas miedo, nos van a ayudar" - y entré tras los "perritos" juguetones, que también dejaron las manos de Madame llenas de babas ···

Tres días después salimos y logramos llegar hasta su finca del bosque. Mientras, nos comimos nuestras bayas y fresas, y bebimos agua de la cañada. La mamá de los "perritos" gemía cuando nos fuimos ··· Desde ése día, Madame me llamó "JeanLoup" (pronunciado YanLú; significa JuanLobo) en vez de Wolfgang (pronunciar con papas quemándote el hocico, como ladrido hitleriano). Varias veces, vinieron la mamá y sus "perritos" a verme hasta la finca, anunciándose con sus aullidos. Yo les daba los huesos de nuestra comida.

Extraño a mi tío Sasha, mi primer amigo en ésta Ribera; me enseñó a "jamás portar un arma con cartucho en la recámara". Una vez no hice caso, cuando me regalaron mi ··· ¡Regalo de Cumpleaños! ···  !cuánta razón tenía!


Al comenzar la video, los Blindados del general Leclerc van desfilando por Chevreuse donde la gente los recibe ¡con el saludo nazi! (cuestión de hábito). Desfilan los españoles de La Nueve, "olvidados" por la historia hasta el año 2004.

Continuaciones:Enlaces:

martes, 26 de agosto de 1997

la Perica y yo (1997)

Puerto Escondido - Oaxaca, otoño de 1997

 
librería de Marc en Las Olas, con su jarrita de limonada
a éstas fechas, pareciera que  se equivocó el médico (qué raro…¿otra vez?) y que no estoy a punto de morir. Claro, después de repartirlo todo, quedándome con lo puesto nada más (para partir sin exceso de equipaje, con mi protectora y amiga). Me siento algo defraudado, se cebó el viaje: pero ya que voy a vivir, que sea a mi manera ···
El hambre dirige mis pasos hacia el Tigre Azul, donde amistad y crédito congenian. Con un saludo, Ramón (el dueño) me invita a su mesa y me presenta a tres italianos urgidos de mecánico. Viajan desde san Diego California, en una Combi VW con infinitos problemas mecánicos. Visitaron ya todos los talleres costeros del Pacífico durante éste mes: harta, la Combi no quiso arrancar más, poniéndole fin a su viaje.


Al día siguiente empiezo a revisar el motor de la Rebelde: le diagnostico anorexia. El tanque no le alimenta gasolina a la bomba. Cambio el tanque, limpio la bomba y los carburadores ...


la Rebelde arranca entranda ya la noche, cuando los murciélagos pescadores alzan su vuelo para saludar a la Luna.


Manejo la Rebelde hasta estacionarla frente al Tigre Azul. Le funcionan tres cilindros de los cuatro. A los Italianos no les importa; sólo quieren visitar algunas playas en los últimos tres días que les restan antes de regresar a Italia. Dicen que nunca antes había funcionado tan ... ¿bien??? Si antes no pasaba de 40 Km/h, con acelerador a fondo y viento de cola, ahorita ¡apenas alcanzamos los 60 Km/h!...y también dicen que visitar tanto Taller les redujo considerablemente su presupuesto; que pá no gastar más me dejan la Rebelde 'a trueque'... cuando regresen.

Es su primera visita a la costa del Pacífico mexicano. .. ¿cuántas veces en mi pasado, gracias a la ayuda desinteresada de perfectos extraños, seguí mi camino? ¡noblesse oblige! y me oigo proponerles:
  • 'No necesito el cuénto ése de pagarme con la Rebelde dentro de tres días; continúen con su viaje, ése será mi mejor pago. También falta que funcione el famoso cilindro tres del motorcito'...
Pasados tres días, me espera en el Tigre Azul una monja encarcelada (sor-presa): tres italianos contentos y sonrientes, tintineando a mano alzada las llaves de la Rebelde desde su mesa:
  • Es tuya con una condición: que nos lleves mañana al aeropuerto”
  • 'Claro que los llevo, no una sino cien veces'…
Y después, nunca los he vuelto a ver; ni a toda ésa gente que me ayudó alguna vez a seguir haciendo mi camino.

Photobucket
hacienda Armonía, primavera 2009; la Perica operando al Trácker
A mis amigos "los Tíos" también les regalaron una camioneta pick-up Nissan con cabina de camper, acá mismito en Pto.Escondido. Con ella surtían los víveres para su restaurant "los Tíos" sobre las arenas de Zicatela. Con "los Tíos" también congenian la amistad y el crédito; soy su mecánico y cliente asiduo.
En cuanto a Ramón Tigre Azul, me regaló la herramienta con la que empecé ésta nueva vida.

"Yo tengo muchos hermanos,
y una hemana muy querida,
que se llama ¡libertad!"
Mi cuenta con la vida ... JoséLuis, "los Tíos" y Ramón no salen de mi corazón. José Luis y yo nos vemos de vez en cuando.
Jean Loup


Fotos y Garabato: Jean Loup

sábado, 6 de enero de 1996

¿Quieren Ver gotitas de Tinta? (1996)

Arcos y cremalleras, me fascinan:


Manchando papel con plumones y marcadores desde Zicatela, mientras esperaba turno hacia la Otra Ribera.

lunes, 18 de diciembre de 1995

Unas visitas Chillonas, otras Copetonas (1995)

Por aquellos días me encargaron vivir en un departamento de primer piso, con terraza viendo al Océano Pacífico. Desde que vivía en Puerto oía todas las noches (si no llovía; acabando de llover era una batahola!) un silbido penetrante, agudo y corto. Cuando preguntaba a la gente, me decían desde que era un murciélado hasta una misteriosa ave nocturna e invisible. Realmente era tan común y todas las noches, que nadie lo sentía muy raro.

Me llamaba la atención que se oyera por acá, contestando otro por allá, luego eran dos en opuesto y siempre en una nota ascendente, aguda y corta. En ésa terraza de mi nuevo trabajo (¿trabajo? ··· un año sin pagar renta en la playa, con todos los servicios: hay que saber ¡sacrificarse!) y en la primera noche, escuché ése silbido extremadamente cerca. Poniendo las manos en copa tras mis orejas localicé por fin a su misterioso autor:


Me maravilló su diminuto tamañito. Inflaba su gargantita como globo a punto de explotar y soltaba su estridente chillido ascendente. Enseguida otro contestaba desde cerca, mientras se volvía a inflar mi nuevo amigo "Chillón": Porque otro nombre ¡ni le cabría!

Me visitaba todas las noches, menos cuando aparecía gente que no conocía; ahí nada más soltaba su chiflido a escondidas. Éstas ranitas viven en las copas de las palmeras, ahí donde nacen sus palmas y se acumula el agua de lluvia. Además, aprovechan el efecto ventriloquista que provocan ésos huecos con la superficie del agua, haciendo que se oiga proveniente de otra parte. Así evitan ser localizados por otros depredadores como la iguana, la ratita negra de las palmeras o las tarántulas de rodilla roja. Gran cantante, mi diminuto amigo Chillón!

Atarraya
En Noviembre, cuando el clima es un poco más seco y las noches refrescan, me gustaba quedarme a dormir en la hamaca de la terraza, fumando un tabaco mientras el Pacífico, reflejaba la recién Nacida Luna en pos del Sol Poniente. Despedía su partida observando las cobijas de colores que arropan su dormir, mientras la Noche tendiendo con gesto maestro su Manto Estrellado cual atarraya fosforescente, me cautivaba levantando su Luna bebé.

Ésa tarde, con el Sol ya bajo y la merienda servida, me instalé frente la mesita de la Terraza. Un graznido me levantó la vista y sobre mi mesita, estaba una Encopetada Urraca. Observó mi comida y con un flapeo subió a mi hombro izquierdo, mirándome hasta el fondo del alma, extasiada de verse tan pequeñita ahí dentro de mi ojo; con tan coqueta mirada aterciopelada, damita tenía que ser. Miró abajo y después de pedirme permiso con un "Chiú-chiú!", tomó la cajetilla de cigarros en la bolsa de mi camisa, para con dos flapéos y un planeo, sensacional planeo donde sus alas se tornan velos de novia, se posó sobre la barda a metro y medio del barandal de mi terraza, separados por un abismo ¡de casi dos pisos!

Allá picoteó la cajetilla para abrirla y tomar un cigarrillo. Procedió a romper su punta para probar el contenido interior, escupiendo decepcionada por tan feo sabor que tiró la cajetilla abajo, como diciendo "¡Fúchi!" (dentro de la propiedad; pude recuperarla después) para regresar a mi hombro, dando otros dos aletazos y probar si mi plato era de sabor más agradable. Me dí cuenta que llevaba observándome, desde que llegué meses antes: quiso averiguar qué eran ésos cilindros blancos que me llevaba a la boca a cada rato (entonces me fumaba tres cajetillas diarias).

Miden casi medio metro, la mitad siendo pura cola. Pesan unos 200 gramos naba más, menos que un loro adulto. Ni sentía su peso sobre mi hombro. Pedía probar lo que me llevaba a la boca y le gustaba. El compañero, que montaba guardia desde la palmera al lado, acabó por unirse a nuestra merienda. A pesar de la fama de ladronas, nunca me robaron nada (ni siquiera los cigarrillos). Llegaban de vez en cuando para desayunar o bien para la merienda. Tampoco les gustaba que hubiera extraños; ahí nada más saludaban volando a lo lejos.

Cerca de Navidad ya no me visitaron más. Posiblemente, tanto turismo vacacional que llega a Puerto, las decidió a migrar hacia más tranquilidad. Abajo de mí, como a dos manzanas, tenía su hotel mi amigo Belmares. Lo visitaba seguido, pues le encantan lo animales y tenía tejones, un par de ositos de miel, varias ardillas, iguanas, loros y tucanes. Algunos estaban sueltos y otros en jaulas, para protejerlos de los huéspedes. A veces paseábamos algunos por la playa, cuando no era temporada. Le comenté cómo extrañaba mis Copetonas amigas. Resulta que pertenecían a toda una parvada, que anidaba en los jardines de su hotel, desde hacía bastante tiempo. Estaban acostumbradas a tratar con humanos.


-"Por éso casi mato al pinche gringo" - dijo sorpresivamente. Pregunté qué le había hecho ése güey:

-"Estaba el muy bruto desayunando afuera de su bungalow y cuando llegó su café emcendió un Marlboro dejando la cajetilla sobre la mesita. Bajó la hembrita y picoteó la cajetilla. El pinche gringo le dió un manotazo y la desnucó. Corrí al pendejo y no lo maté a bofetadas porque era cliente; si matara a bofetadas cada gringo que me hace algo, ¡no tendría clientes! Pinches ojetes ··· después se fué toda la parvada y no los he vuelto a ver".

Ni Belmares me dijo, ni yo le dije más: las Hurracas Copetonas hacen pareja de por vida, como la mayoría de las aves. Cuando muere uno, el otro se deja morir de pena: ni come ni bebe ni nada. Se deprime y se muere de tristeza en su soledad. Por éso se fué la parvada; eran una familia y vieron todo el drama asesino ···

martes, 21 de noviembre de 1995

el Son y la Rumba (1995)

Mayca inicia cada Noche, cantando:

... no dan ni tiempo de terminar y a oscuras además... (vil lápiz sobre carta, copiados en Xerox como negativos)

miércoles, 20 de septiembre de 1995

Tormenta en el Pacífico II: Capitaines Courageux (1995)

Capitanes Intrépidos


Vivía con lo puesto nada más y dormía en hamaca, bajo la enramada del bar "Crow's Nest" (nido del vigía) , después de entregar cervezas a los paisanos habituales así como a los nuevos. Cada mañana y por toda la playa, mi amigo (el dueño del bar) Crowe, vendía papelitos sellados por veinte pesos. Cada noche llegaban los compradores, pedían una cerveza y yo quitaba una esquina a su papelito. La cerveza costaba cinco pesos sin papelito: al acabarse las cuatro esquinas, el sello central daba derecho a otra cerveza gratis. La idea tenía un éxito rotundo, las tres lenguas que hablo me pagaban un lugar para dormir y los clientes me invitaban una de vez en cuando.

Mis dibujos pagaban el sustento. Descubrí que lo mejor era dibujar entre cerveza y cerveza: les gustaban tener a un Barman dibujante. No pasaba noche sin vender alguno, entre cien y ciento cincuenta pesos. El día siguiente lo empezaba con un copioso desayuno, después de una enjabonada con todo y ropa en la ducha del hotel Arcoiris. El ambiente oscilaba entre 22°C y 32°C: así gozaba yo un poco del fresco tempranero.

Ése día aparecieron en el horizonte negros y bajos nubarrones: nos alcanzaron en un santiamén, mientras las olas crecían arriba de cuatro metros. Sombrillas, sillas para asolearse y bares improvisados sobre la arena, empezaron a desaparecer bajo la embestida de la marejada o bien volaban por todos lados, gracias al viento que la trajo. A veces la lluvia cruzaba de lado a lado por nuestro bar de palapa sin paredes. Éso no desanimaba a los paisanos: más bien parecía que aumentara su sed.

Al poco tiempo, trepado en las crestas de las olas, vimos a un camaronero luchando por mantenerse a flote. Bandeaba de babor a estribor desafiando las leyes de gravedad (las únicas leyes que funcionan en todo México). Parecía querer entrar a la bahía principal a contracorriente y sin éxito. Cambió entonces su rumbo hacia la otra Punta, bandeando demasiado cerca de la rompiente. Había momentos donde desaparecían sus chorros de achicar agua y apagó sus luces. Ahí noté que su motor había parado.

La corriente marina lo jalaba hacia la Punta, mientras el timón con mano firme encaraba las olas. Siempre demasiado cerca de la rompiente...cerca ya de la Punta, volvió a encender sus luces, volvió a cambiar el rumbo y volvió a pasar frente nuestras almas en vilo. Las cervezas aumentaron su consumo y rezábamos entre tragos amargos por su tripulación. Volvió a querer entrar a la bahía principal...y se volvieron a apagar sus luces. Otra vez la corriente hacia la Punta lo jalaba, mientras la mano firme del timón enfrentaba crestas de verdaderos precipicios de agua. Continuos relámpagos dramatizaban la escena.



Así pasaron tres noches con sus respectivos días. Nunca se dieron por vencidos, ni ése valiente Capitán ni su marinera tripulación, ni nosotros mojando al gañote. Como mecánico diagnostiqué lo viejo de su motor diesel, su desgaste excesivo y la necesidad de esporádicos descansos para no sobrecalentarlo. Carecía de potencia, de compresión y de mantenimiento. Su Capitán lo sabía: se mantuvo tan cerca de nuestra playa por si la mar los naufragaba, y recibir asistencia antes de ahogarse...Dios mediante.

Acabó el temporal y estuvimos incomunicados por tierra durante dos semanas. Postes de alta tensión, palmeras y algún que otro hotel, habían desaparecido. El camaronero volvió a enfilar hacia alta mar, achicandose poco a poco de nuestra vista...tenían que llenar sus bodegas con pescado antes de la Semana Santa.

Todos de pié en el bar, saludamos marcialmente a ésa nave enfilando rumbo al Sol, mientras moría la tarde...
¡ Capitaines Courageux !

Garabato: Jean Loup
Enlaces:

viernes, 18 de agosto de 1995

viendo hacia la Otra Ribera (1995)


puerto Escondido - Oaxaca, verano de 1995
    ···por aquellos días, la Luna Nueva sedujo una Cometa Fugaz y bailando sobre Zicatela, celebraron la visita de mi hada Àngela···

  • "¿Que tengo?" - pregunté,
  • "Tienes un paro hepático, empezando el coma hepático"- contestó el médico, añadiendo:
  • "Voy a tratar de pararlo."- médico alto, delgado y muy moreno; su hablar tan profesional con un dejo francés,
  • "¿Tu parle Français?"- indagué,
  • "Mais bien sur..."
  • "¿D'où viens tu?"
  • "D´Haití..."- aunque había estudiado en EUA. Confié aliviado:
  • "¡Qué bueno! Si la medicina oficial no funciona, tenemos la alternativa del vudú"
De serio pasó a fúnebre y preguntó qué quería decir: le platiqué de mi compadre Lucio el granicero y de cómo empezó a curar, después de que lo fulminó un rayo. De cómo atendía académicos traduciendoles códices prehispánicos, sin saber leer ni escribir (en Castellano: manejaba su vida en Náhuatl, la lengua azteca). De cómo curaba no tan sólo el cuerpo sino hasta el alma. De cómo al llegar a su casa y él recibirme, con bromas tan irreverentes como certeras, me ponía contento invadido de bienestar ··· y de cuánto lo extraño.

Cambió su expresión. Empezamos ésa amistad más allá de académicos ó vagos. Me dió una lista de cosas que no podía comer (con todo lo que me gusta) diciendo;
  • "Y debes alimentarte bien"- me prohibió cualquier esfuerzo,
  • "Ni siquiera subir escaleras: reposo absoluto"- era su advertencia, 
  • "Si haces al pié de la letra todo lo que recomiendo, quizás no te mueras" 
  • "Me voy a morir cuando pases la cuenta de todo ésto"- contesté.

 Me cobró los reactivos de análisis ··· unos $ 7.oo US dlls (¡nada!). Me surtió con vitaminas, con calcio y con etcéteras. Creyéndome un drogo más de playa, era su forma de ayudarme. Ni expliqué nada, para no quitarle su ilusión samaritana, mientras cavilaba acerca de mi muerte ··· tenía trabajo como gerente del Cafecito en Zicatela y como mecánico automotriz independiente ··· pero debía tener "reposo absoluto" como los muertos ··· ahí reaccioné. Con ésas puestas de Sol en la playa tropical Zicatela, tan apreciada por sus olas en Tubo: con una temperatura donde sólo quieres andar sin ropa y donde todos te invitan trago (y jamás comida ··· con la sana excepción de José Luis Mendiola, confirmando tal regla: me encantan los Chiles en Nogada del Arcoiris) realmente me encontraba ···

"¡En el mejor hospital del mundo para morirme!"- todos mis lugares vividos desfilaron por mi frente; la selva y el desierto, las montañas y los ríos, las costas y las penínsulas ··· ésa convivencia tan fuera de las ciudades, entre una Naturaleza tan plena y tan desapareciente ··· me sentí contento de irme, antes de su completa desaparición.

Con mis hijas y mis hijos bien, con sus respectivas madres y mi actual familia bien ··· cuánta paz dá que los queridos estén bien ··· pero ¡bien lejos, que odio los llantos! Mil veces mejor saludarlos a su arribo por Allá, que despedirme de ellos con dramas desde Aquí.

Ni seguí la dieta. Me puse a dibujar, para vender en una bicoca; no tenía grandes gastos ya ··· me quedé con lo puesto sólamente, lo demás guardé con amigos de Cabo Blanco. Cada mañana, una ducha con todo y ropa, en el jardín de JoséLuis, junto a la piscina. La brisa playera me secaba en diez minutos. Dormía en una hamaca del bar playero "Crow's Nest", después de repartir cervezas entre los parroquianos.

Como aquél camaronero, que bailó con Yemanjá ésta tormenta durante tres noches, así tan a gusto me encontré, bailando con mi hada Àngela, ··· ¡que por acá sigo dando lata! Nunca me importó si se equivocó el médico o si "no me tocaba", como decimos en México.

Me decepcioné un poco, porque para éste mi más importante viaje, dedico toda mi vida. Cancelarlo no más porque nó, sí que decepciona un poco. Causaba algo de ansiedad y expectación, como todos los viajes; no sabes de antemano ni el cómo, ni qué diferencias lingüísticas ··· que también son incentivos, a fin de cuentas; siempre dá curiosidad conocer lo nuevo.

Y uno se vá dando buena cuenta de que por Acá, hay nuevos pendientes, nuevas amistades que fomentar, nuevas visitas de familiares ··· con ésa Naturaleza que ahí sigue resistiendo sin desaparecer ··· con un internet que nos conecta a todo el globo ··· con las mascotas y con las plantas de ésta hacienda, sobre ésta montaña y tan cerca del bosque, a la vista de los volcanes ··· o entre cerros tepoztecos (Quetzalcóatl es el Tepozteco) con nuestra banda de vagos de "el Abrevadero de los Dinosaurios", adonde pides una cerveza y te la tomas ahí parado en el mercadito local del pueblo, rodeado de amigos y conocidos arreglando la política del mundo entero, mientras toreas la polecía que nos atosiga -"porque está prohibido tomar en la vía pública" ··· desde que es "Pueblo Mágico" vendido al pre$upue$to del NarcoGobierno Mexicano.

Ni la menor duda cabe: la Muerte, además de hada Ângela es mi Maestra. Dejé el odio hacia mis enemigos porque alimentan a la muy condenada (y luego me entran sendos sentimientos de culpa). Empecé a respetarlos, a quererlos por las lecciones que enseñan: no se puede desear mal a tales profesores ···· de todos modos quedé sin enemigos.

Por Allá visitamos a mi Maestra cada noche, cuando soñamos. Éso decía mi compadre Lucio, que Allá visito soñando cuando lo extraño por Aquí.

A lo mejor estoy bien loco y nada de ésto es real ··· y a mí ¿qué? A fin de cuentas ···

··· no soy de Aquí, ni soy de Allá ···
Jean Loup

Fotos: José Luis Mendiola
Garabatos: Jean Loup

domingo, 21 de junio de 1992

la Maule (1992)

Introducción:hoy en pleno Marzo del 2003, una Maule sobrevolando nuestra hacienda Armonía, le recordó a mi alma cuando Robert (gran amigo que vuela por la Otra Ribera) y yo, nos conocimos en Puerto Escondido, allá por la Costa Esmeralda, durante aquel verano de 1992 ...
  la Maule


Robert aterrizó su Maule en el aeropuerto de Puerto Escondido: no recuerdo de qué año era, combinando el azul y blanco con un alternador ¡totalmente frito! Robert traía el síndrome de -"y ahora, ¿quién me ayuda?"- pintado por toda la cara (como los viajeros con problemas acá en México, siempre ponen). Lo llevé al taller eléctrico que rebobina todos los ventiladores de techo de su hotel Arcoiris; el máistro nos dijo -"No hay problema; me lo hecho, pero ustedes lo desmontan y montan en la avioneta."- Robert preguntó si teníamos herramienta y le hice notar que mi Bula Matari era un Taller Móvil completito; además, había dado mantenimiento a Cessnas y Pipers como pago para mi curso de Paracaidismo. Robert era socio del hotel Aicoiris con José Luis, yo era su gerente. Nos sentimos como el Inspector y la Pantera Rosa el primer día que se conocieron ··· Robert era perforador petrolero tejano (¿de dónde más?): mira que yo aprendí el inglés en Texas, durante mi adolescencia. Simpatizamos al vernos.


Robert dió las instrucciones para destapar al motor (no había vuelto a oir de sujetadores dzus, desde aquellos tiempos que volaba modelos a escala y control de línea. Mucha madera de balsa quedó astillada por todo el piso en aquel entonces...) y dejamos la pobre Maule sin alternador.

La habilidad de los maestros de taller mexicanos, puede llegar a ser asombrosa (o totalmente desastrosa): ésta vez nuestro Eléctrico demostró gran maestría. Había hecho énfasis de cuán importante era volver a colocar todas las cuñas de madera para apretar las bobinas, o la vibración del motor auto destruiría el alternador y -"¡no queremos que pase éso durante el vuelo!"- Entregó un alternador que estaba -"¡pior que nuevo, mi jefe!".


Volvimos para colocarlo ya reparado y arrancamos el motor de la Maule...como aquellos modelos a escala: ¡jalando la hélice con ambas manos! Y la Maule arrancó sin degollar a Robert. Lo celebramos con humor:

-"Pinche JeanLoup, estás tan loco que saltas dejando una avioneta ¡volando en perfecto estado!"- por mi fascinación paracaidista (con 29 saltos vil principiante apenitas) y contestaba -"Pos sí, pero no quedaré como ¡disfraz de Halloween maltrecho!!!"- (por jalar ésa hélice tan cerca de su hueca cabeza...)

Indiqué a Robert que había que recalibrar los contactos del regulador de voltaje: los calibré al estilo VW a falta de otras especificaciones. Junto a nosotros estaba el mecánico certificado de Aerolíneas Vega, afinando una bimotora Cessna; le pedimos su visto bueno y según él, todo estaba perfecto.

Al otro lado estaba un Skyvan de la Marina estacionado, con su rampa trasera abierta. Parecía el bebé de algún Hércules. Su tripulación nos observaba escuchando todo desde hacía un rato; con cara de "pinches gringos locos" nos preguntaron, asombrados:

-"¿A poco van a volar en ésa cosa así no más, sin hacer otras pruebas?"

-"No tengo  opción: ya dije ¡ni te fíes del mecánico que no se suba contigo al vuelo de prueba! ni tampoco me perdería cualquier pretexto para volar"- contesté a los boquiabiertos marinos.

Mientras se calentaba el motor, pregunté (soy inmejorable haciendo preguntas estúpidas): -"Oye Robert ¿Qué bronca hay entre un patín de cola y un triciclo?"- sin palabras me entregó los controles y empezamos a practicar carreteo, para mantener derecha la Maule siguiendo la pista; pisando freno izquierdo o freno derecho, asegún se descarriaba. A baja velocidad el timón no responde y el patín de cola es una rueda loca (como los carritos del súper).

Por aquellos días, el aeropuerto de Puerto Escondido sólo recibía dos vuelos comerciales desde la ciudad de México. El personal del aeropuerto y de la Torre de Control se dormía de aburrimiento sin hacer nada lo más del tiempo. Felices de que iniciáramos algo de acción, nos ayudaron de buen grado: punto aparte que la comunidad aérea es un gremio bastante unido.

Después de recorrer p'arriba y p'abajo varias veces la pista, la Maule ya mantenía su curso bien recto. Robert me instruyó bajar los flaps un punto, corregir el ángulo de ataque a la hélice y acelerar gradualmente el motor a fondo. Casi enseguida alzó su cola, en menos de 100 metros alcanzamos 50 nudos y sentí la vibración de la Maule indicando que ya despegaba y yo manteniendo sus ruedas rozando la pista. Robert me dijo que jalara el timón y la Maule alzó su majestuoso vuelo de águila imperial, mientras Robert instruía subir los flaps. Es indecible ése -"pero ¡bien que vuela ésta fregadera!"- de cada despegue, donde manejas los controles hasta el goce de vivir unidos, en ésta realidad tan superior a cualquier sueño...

Practicamos algunos ejercicios de navegación: mantener el ojo en la bola, navegar con el horizonte hasta llegar sobre las lagunas de Chacahua y vuelta de regreso. El manglar de Chacahua es un santuario para todo tipo de aves: garzas, grullas, pelícanos, pijijes, gansos, patos...siendo nuestra Maule la mayor de todas! Noté que nunca nos alejamos mucho de la orilla: por si cualquier problema poder planear hasta a la playa. Nuestra Maule (bueno...la Maule de Robert!) tenía ruedas para arena: Robert siendo surfer, varias veces buscaba olas y tubos aterrizando hasta las playas más remotas.

De regreso, Robert me confió el día que las ruedas se empezaron a hundir en el fango, en un intento suicida al despegue después de un chubasco...con su mujer copiloteando para aumentar vergüenzas: ¡por supuesto! Cansado de surfear todo el día, tenía hambre, sed y sólo quería regresar a su hotel. No peló todos los avisos que daba su Maule...y la capoteó. Tuvieron que desmantelar las alas, subir la Maule en un camión plataforma y llevarla hasta la fábrica de EUA. Allá repasaron la Maule por toda la línea de producción para revisarle TODO desde adentro hasta afuera. (de suerte, nadie resultó herido mas que orgullo y hélice)

De regreso a Puerto Escondido en la aproximación final, Robert me indicó flaps abajo, desacelerar con la hélice casi en bandera; yo me sentía el amo de los aires...hasta tocar la pista. Ahí, en vez de que las cosas fueran poniéndose cada vez más relajadas (como cuando aterrizo con trenes triciclos) empezaron a complicarse aceleradamente: sentí que el Maule se iba a atravesar, como si alguien hubiera tirado agua con aceite ¡por toda la pista! Robert ya se lo esperaba, conociendo bien el temperamento de la Maule; alternando golpes maestros contra pedales de freno a la izquierda o a la derecha y a velocidades inauditas, nos mantuvo derechitos sobre la pista, hasta que nos detuvimos (y pude volver a respirar).

Ahora ya sé "qué bronca hay entre un patín de cola y un triciclo"...gracias, Robert.

epílogo: Extraño al buen Robert. Cada atardecer, se le encontraba en el Nido del Vigía del hotel Arcoiris, con un vaso de vodka sobre las rocas en una mano, volteando costillas de cerdo sobre el carbón con la otra, después de preparar una salsa de barbacoa tejana, mortíferamente huérfana ...

Voló hacia la Otra Ribera, dejándonos bien nostálgicos ... ya no más costillas de cerdo, ni salsa de barbacoa tejana.

JeanLoup sansChaussure

robado de la página web del hotel Arcoiris:
Robert Crowe era surfer

En sus venas corría el océano, el tronar de las olas era su latido. Con ése impulso que obliga todos los surfers, para levantarse a impías horas mañaneras, atrapar los mejores sets de olas, anticipar al grupo y surfear cuanto sea posible.

Desde joven, Robert viajó durante años con su bella mujer por todo el mundo, surfeando la búsqueda de un lugar soñado. Ése lugar, donde pareciera que el océano te ha tragado, para transportarte a un paraíso escondido, con cielos de un azul infinito, cuando no lo rasgan colores de pasión al ponerse el Sol. Ése lugar, donde sientes que la arena caliente, apenas roza tu piel con el viento. Ése lugar, donde la poesía del océano, levanta perfectamente una pared esmeralda tras otra. Robert encontró éste paraíso en México, en un pueblito atinadamente llamado Puerto Escondido. Éste es su paraíso.


Afueras de éste pintoresco pueblo de pescadores, Robert encontró lugar en Playa Zicatela. Enormes olas verdes que se estrellaban sobre una larga playa, acumulaban arena hasta una selva de palmeras y cactos, bajando en cascada desde las montañas. Aquí nació el hotel Arcoiris. Con ayuda de su compadre y socio José Luis Mendiola, el hotel Arcoiris empezó su jornada. Entre una belleza de palmeras y cactos, permitiendo que la naturaleza lo invadiera, en vez de invadir la naturaleza.

Fiel a la tradición y costumbres locales, el hotel preserva con orgullo, la forma de vida en éste paraíso. Robert se aseguró que futuros surfers, aventureros y viajeros de todo el mundo, pudieran experimentar algún día éste paraíso escondido, tan apartado, por generaciones venideras. Hoy es José Luis, quien devotamente vive y administra el hotel; pero mencionen a Robert Crowe y muchos recordaremos al surfer.

Con todo cariño, en memoria de Robert S. Crowe
1949-2001