Mostrando las entradas con la etiqueta don LUCiO. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta don LUCiO. Mostrar todas las entradas

martes, 15 de agosto de 2017

KHRONOS

Pasma en el marimbeado tiempo d’éstos tiempos de calentamiento global, que orgullosamente atiendan los cambios del tiempo a total destiempo. La Cencia presume predecir el tiempo extraviándose todo el tiempo.
  Antiguos relojes de Sol dividían al tiempo entre el mismo número de horas, desde amanecer hasta anochecer: 12 horas ‘a tiempo largo’ de Verano y doce horas 'a tiempo corto' del Invierno. En éstos tiempos modernos con relojes autómatas de cuerda sin relatividad, salen con boludeces como cambiar la hora de Verano para ahorrar electricidad y si acaso recibo mi recibo de luz a tiempo, es más caro en tiempo de Verano que’l de Invierno. Digo, allá por los Polos con seis meses de día y seis meses de noche, quizás ahorren algo gracias a la iluminación de las Auroras, pero NO por cambiar la hora. El tiempo SiEMPRE debería estar a tiempo con el Sol, como la chispa de los platinos en mi Combi debe estar a tiempo con el PMS (notita desconchavadita: NO, mi Combi no sufre del Pre Menstrual Síndrome: acá me refiero al Punto Muerto Superior = cuando el pistón alcanza el cénit). Cada hora Solar representa un meridiano y NO está a tiempo con las cuerdas relojeras. Absurdamente, nos hacen creer qu'el Sol se desvela en tiempo de Verano y es perezoso en tiempo de Invierno: todo tiempo nacen los Días a tiempo saliendo el Sol y no por autómatas de pulsera y menos al Mediodía.

  El reloj de cuerda se inventó para saber en qué meridiano navegaban las naos saqueantes del imperio en aquél tiempo que´l Diosito Papa, por adicción al Oro nos concedió: a la Tierra ser redonda, a los indios tener Alma y a la BrujaVerde (GreenWich) marcar el Zero -sin tostarla en leña verde-. Se dividió nuestra pelota planetaria en 24 gajos imaginarios, bautizados como Meridianos. Los saqueadores comparaban la hora de su reloj al tiempo que'l Sol alcanzaba su cénit o mediodía, porque únicamente ahí sincronizaban los tiempos de tantos relojes autómatas en todas las latitudes del Astrolabio, con la hora de la Bruja Verde. Tiempo y Distancia son medidas humanas complementarias nada reales y muy Euclidianas, como éstos tiempos cibernéticos adonde votan los muertos y chateamos a solas todo el tiempo.

  En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, cambiábamos la hora para destantear a los enemigos que todo el tiempo espiaban nuestros mensajes. Como resultado, destanteamos tanto al enemigo que a la hora de la hora, no solamente perdimos la guerra sino la Germania entera, quedando ocupada y partida por largo tiempo.
GRANiCERO                  TiEMPERO
  Cada tiempo de granizo, salía mi compadre Lucio -escogido por el Rayo- con un sahumerio lleno de copal sobre tizones y yo acompañábalo todo el tiempo por curiosote y metiche. A la hora de controlar al mal tiempo que ni con satélites de la NASA predecimos a tiempo, ahí mero juntito a mi compadre Lucio siempre tan impasible todo el tiempo, me colocaba bajo una lluvia de ensordecedores rayos -"ésto no es como el chispazo de una bujía ni sabe a jugo de tomate" mi mente divagaba a destiempo- entre un alrededor tan lleno de árboles que hasta'l bosque lo tapaban, a tiempo que’l granizo nos tupía con estruendosos rayos cada vez más cegadores y aminorando la muy poca distancia. Despertaba mi curiosidad y espanto ver de cerca tantos Rayos naciendo de los árboles, buscando nubes que destripar para sacarles los granizos.

  -"Oiga don Lucio, que la granizada vá pa Totolapa y están a tiempo de cosechar la milpa".- Sin retirarse de la lluvia, al tiempo que su sahumerio hacía la Cruz a cada uno de los Cuatro Vientos -alumbrados por tupidos rayos todo el tiempo- replicaba mi compadre: -"Es responsabilidad de allá tener su Granicero pa detener la granizada a tiempo"- siempre impávido frente aquellos cegantes ensordecedores.

  Llegó un tiempo en que cada dormir y despertar a la hora mañanera de abrir mis ojos, el tiempo avanzaba los Candelarios Erróneos por varios días, a veces semanas y hasta meses. Todo el tiempo me encontraba sin saber ni qué estaba haciendo, mucho menos sabía en cuánto tiempo iba a terminar aquello que ignoraba hacer. Cuatro años del Candelario para mí fueron menos de seis meses. E insisto, todo ése tiempo los equivocados fueron los Candelarios por Euclidianos. Curioso cómo en aquél ahorita d'entonces, el tiempo pasó sus cartas sin pasado inmediato. En ése tiempo llegaron los paracaidistas y salté otra vez -después de cuatro años-. A la hora de poner los pies en la tierra me abrazó Mnemósina, ni sabía antes que estaba en pleno olvido: olvidé que olvidaba viviendo contento mi tiempo de rancia ignorancia, contento que no se eliminó al recordar lo olvidado, menos mal: ventajas de vivir a tiempo con el Valemadrismo alcanzando su inalcanzable cénit.
SiEMPRE es la HORA de no HACER NADA


Enlace: Candelarios Erróneos (1991/2001)

domingo, 13 de agosto de 2017

más Tribulaciones para un Mecánico Hotelero

ÁNGELA, nuestra Señora de las Hamacas
  El último turno del Arcoiris terminaba a las 11 de la noche, hora oficial para los asaltos en toda la Zona Costa. Floriberto vivía hasta arriba del batallón y le tocaba entre los últimos para llegar a su cantón. La Combi Arcoiris estaba ya tan viejita que nadie se la iba a ocurrir robársela al regresar vacía a través del lumpen. A veces veía un chaparro con chambergo puntiagudo negro, sentadito a la sombra de un tronco junto al farol eléctrico. Me veía pasar y lo saludaba con gusto por esfumar mi solancia. Me contestaba efusivamente, igualmente solitario. A veces me saludaba ansioso ya cuando subía retrasado y le contestaba con la mano. Que se me ocurre comentar con Floriberto -“Mira, hoy salió más temprano el güey del tronco”- y ya no quiso volver a subir por allá conmigo. Tuve que escoger otra calle paralela para rodear el árbol del güey con chambergo puntiagudo negro y poder llevar a Floriberto hasta su casa: prefería arriesgar un asalto o la vida, a pasar otra vez junto al tronco ése.

  Recordé que así pasaba en mis mocedades, por aquel Bosque de mi niñez temprana: jugaba con niños que vivían en las barrancas entre raíces de añejos troncos, ahí donde a veces hacían su cubil las Lobas. Nunca entendí porqué espantaban a toda la campesinada si eran tan amigables. No se dejaban ver por cualquiera y a cada quien su conciencia: contaban mis abuelos que por guardar el cazo con oro del Arcoíris despertaban ambiciones mediocres sin fondo y como nuestras cabezas, también eran dorado premio para la práctica de tiro, por Dios y por la Patria.

  Encargado del Arcoiris en Zicatela, -cuyo único cazo de oro eran las fosas cépticas- empecé a ser observado silenciosamente por un caballero de camisa blanca, pantalón negro y sombrero de paja cubriendo un rostro a mostacho negro. Primero discretamente para no obstruir mis actividades nocturnas, poco a poco venció su timidez y empezó a ser más obvio. La mayoría correrían espantados al verlo dando mala fama y como ya estaba bastante solitario, se aseguró de mi templanza antes de acompañar los trabajos hoteleros nocturnos. A veces, se asomaba en pleno día por la ventana del taller-bodeguita a un lado de la piscina, atrás del jardín. Mentalmente le daba la bienvenida y me venía a la mente que estaba muy contento de tener un amigo.

  Desayunando con José Luis (dueño del Arcoiris) me atreví a comentarle sobre mi nocturnal e incorpórea amistad. José Luis nació en un rancho ganadero de Tuxpan, rodeado de monte con sus correspondientes Duendes, no pensaría que soy un ignorante: loco quizás, d’eso no hay ni la menor duda. Al escuchar mi novela, me indicó una señora entrada en bien conservados años y cubierta de encajes blancos, desayunando en la Galera (el restaurante bar del Arcoiris) y que le contara mi anécdota. Nos levantamos y después de las presentaciones de rigor la acompañamos a su mesa.

  Sorpresa la mía: era hija del propietario del terreno donde más tarde José Luis fincó el Arcoiris. Había sido una rejoneadora de renombre hasta su retiro; después de escucharme, sacó una foto muy antigua desgastada por el tiempo, donde posaba m’incirpóreo amigo a cuerpo entero y el mostacho muy sonriente. Según ella, siempre estaba reparando o construyendo algo en su terreno usando las manos. Yo cuidaba igual del Arcoiris y éso inició nuestra amistad. Le vendió la finca a su papá con la condición de no abandonar el terreno a la buena de Dios y poco después navegó hacia la Otra Ribera. Regresaba de vez en cuando para revisar el estado de las cosas que dejó en ésta Ribera.

  A los incorpóreos les gusta darnos gusto así como a los bichos también. Uno puede enviarlos para dar luz o entregar tinieblas, la intención es nuestra propia decisión: podemos sembrar vientos y cosechar tempestades o bien sembrar semillas y cosechar la Milpa. Decía mi compadre Lucio que’n sueños, después de hacer la limpia de un paciente, se le apareció aquel espíritu reclamando que no lo dejara hacer su labor:

  -"Me enviaron para cobrar una deuda ¿Hasta cuándo podré descansar si no me dejas pasar?"- a lo que respondió mi compadre:

  -"Reclámale al que te mandó".
AMANECE LA VOLCANA, desde Casa de mi Compadre


martes, 28 de febrero de 2017

el mejor PRESENTE es el TiEMPO


1965, desde la FiNCA Argovia (con la volcana TACANÁ al fondo)
Después de cumplir otro viaje de piedra quebrada para construir el muro seco, cerrando así un deslavado de torrenciales lluvias veraniegas, manejé la Fordcita de volteo por dos viajes más de arena y rellenar así al hueco hasta reconectar la brecha del café a Tapachula. En éste último viaje estacionado ya cerca del borde, jalé la palanca que libera la tapa trasera y accionando el hidráhulico para levantar la caja, oí el temible eructo del Tacaná: escuché la trepidación desde abajo mientras la camiona se paraba de manos y bajo su tablero desaparecía el mundo entero, una mano gigantesca jalándome del estómago con todo y pulmones y mi vista 10 años p'atrás.

Un guiño y era mi cuarto con sensación de mareo, viendo pasar las siluetas matutinas de Cercedilla sobre la pared de enfrente, proyectadas de cabeza a través de un agujero en los ventanales: tras colgantes pajaritos mañaneros desfilaba el panadero pedaleando su bicicleta con la canasta llena, el borrico arrastrando largos leños amarrados a su montura, la vendedora cantando bolsas de piñones por kilo (anoche me tragué dos bolsas) todos colgando del techo, cuando entré en espiral dando vueltas y vueltas más y más rápido, hasta vomitar los dichosos piñones una y otra y otra vez, apestando todo el cuarto con los fermentos de abajito mis narices y la lengua de fuera conteniendo la tos.

Sentí mi pelo mojado pero en vez del vómito era el arroyo circulando por el techo de la cabina, sin creciente menos mal. Poco a poco logré despegar mis manos del volante, apagar el motor y mis piernas soltaron al tubo de la dirección para salir y observar los daños, el agua a los tobillos. La Volqueta era un verdadero blindado: su caja protegió la cabina aporreada por años de brecha, ahora seis ruedas patas p'arriba.

-‘‘Buenas noticias, mi Don: la arena cayó en su lugar y por éso la Volcata libró al muro’’- anunciaba Inocencio desde los cielos, d'entre las copas que ocultaban la ribera.


1989, desde el LAGO TEQUESQUiTENGO (las volcanas iZTACCiHUATL y POPOCATÉPTL al fondo)
Hay segundos que suelen ser eternos, sobre todo cuando (¡cuándo NO!) yo solito ando metido en situaciones que más valiera no haber nacido. Como estar colgado afuerita de la Skywagon (avioneta Cessna sin asientos con puerta abierta) los brazos cruzados al pecho volando a 3 Km de altura, el Lago de Tequesquitengo como un lavabo chiquitito allá abajo, enfrente del Nevado de Toluca y las Volcanas (Izta y Popo) por mi derecha.

Pataleando rabiosamente, me arrastré como gusano por el rojizo túnel oscuro que apretaba todo mi ser, pugnando por tomar el aire que mis ardientes pulmones demandaban y tanta opresión impedía, hasta alcanzar la luz y así nacer de un maldito grito, escuchando:

-“posición de arco, checa tu altímetro”- la voz del Oscar en mi nuca a breves instantes de abandonar su reliquia voladora de los años 50’s, tan presente urgencia igualando mi pensamiento con aquél primer grito:

-“¿de dónde diablos me agarro?”- entre vuelta y vuelta.



2001, desde TEPOZTLÁN (la Sierra del Tepozteco al fondo)
La Perica (mi Combi verde) seguido me lleva por Tepoztlán y hoy topamos con mi amiga Jaranera de profesión y por gusto, en el Abrevadero de los Dinosaurios. Me pide un aventón para cuando regrese a la Hacienda, pues - "acabo de rentar casa por ahí cerquita, poquito más arriba." - Durante el camino me cuenta cómo diez anos antes se quemó parte de ésa casa, que’l dueño dió por muerto a su inquilino y de cómo (estúpidamente) se le ocurrió levantar un acta ¡¡por si las moscas!!. Nada más que faltaba el cuerpo y de un extranjero para colmos, años tardaron las autoridades en dar por cerrado el caso: casi tildan de asesino al pobre dueño. Le costó un dineral de abogados y nunca más nadie supo nada de "aquél inquilino fantasma".

Llegando a la cabaña recién rentada veo unos muros chamuscados con el apagador fundido, antes de pasar al baño y cerrar la puerta. Después, bajamos sus cosas y las pongo en la recámara, intuyendo antes de preguntar por dónde debo ir.

Entrando a la cabaña apenas escucho que inicia una tormenta con rayos. Cansado, me apoyo contra la pared cerrando un momentito los ojos; al abrirlos ya es de noche. Con la parpadeante luz de los relámpagos veo mi cama y la puerta abierta de la recámara. Con trabajos, como entumido, logro acostarme.

El Sol asoma por la ventana para cachetear cálidamente mi despertar, ayudado por un estómago vacío hasta los retortijones, -“traigo puesta la ropa del viaje, me dormí llegando”- . Un duchazo y la Bula Matari me conduce a Tépoz, hacia Paolo y su Pizzería. La pared anuncia que’s Miércoles por medio del Candelario, pero yo sigo en Domingo: me encanta del autismo, que mi tiempo sea más relativo que'l difunto Albert Einstein. Poco después, estoy encargado de encender el Arcoiris y como si nada allá por Zicatela de Puerto Escondido.

Bien preparado por mi compadre don Lucio, el Rayo m’encuentra. Pega en una varilla arriba del techo, sigue el cableado hasta el apagador donde está apoyada mi cabeza -cansado por conducir mil kilómetros desde Wirikuta- namás para ¡apagarme la Memoria, cuánta ironía! Olvido que soy el encontrado, al tiempo que cada parpadeo avanza los candelarios varios días, a veces varias semanas o por varios meses y hasta que la Jaranera necesita éste aventón a la cabaña.

Desde la Otra Ribera resuenan las risotadas de mi compadre, mientras acabo de escribir este relato: “… asté lo atrajo ¡por andar curando máquinas, compadre! El Rayo encuentra a los que curamos …”

Al encontrarte el Rayo aparece un Arcoiris de colores, sin rencores viejos con amigos nuevos, en tiempo de aquí y ahorita, materialmente jodido con todo el Astrolabio contento, cambiando mi Bula Matari (una VW Safari) por la Perica (una VW Combi verde).

-¡¡entre VW’s te veas!!



ENLACE:

sábado, 21 de junio de 1975

en tierra de Rayos, suenan los Truenos (1975 - dedicado a MariKarmen)

...recién llegamos del Norte, rentando casa en Santiago Tepetlapa de Tepoztlán. Vicky, con seis meses de pregnancia arreglaba nuestra estancia; pa no estorbarla, decidí visitar mi compadre Lucio y escuchar nuevamente sus burlonas carcajadas, tan llenas de Vida...
Volcana el Popo al amanecer, desde la casa de mi compadre

-"¡Que gusto, compadre! Casi me hizo pensar, ¿a poco no viene? si lo llamé con el Tiempo...vamos a con mi hermano. Recién enterramos nuestro Ombligo (la Madre), estamos por despedir su Espíritu de la Difunta."
En mi mente la imágen de una señora india, llena de bellos surcos su cara tan expresiva, enmarcada por grandes orejas. Su sonrisa expresaba la creatividad de ésta Naturaleza, su hermosura acrecentada gracias al siglo en Vida. Se expresaba  mayormente en Náhuatl aunque dominaba el Castilla.


Abracé a mi amigo Ernestino, hermano de mi compadre y hoy anfitrión en pleno duelo. Todos, pertenecientes o no a la ranchería éramos bienvenidos; traíamos nuestra presencia para despedir con gran fiesta a la TataMama, llevada más Allá con los Señores de los Aires...con aquellos nuestros Protectores, con los Mensajeros de la Volcana.

Entre los comensales se hallaba el no tan favorito yerno de mi compadre, aquél Panadero esposado con su hija la más favorita, aquella la más trabajadora. En nuestra mesa Ernestino platicaba su época revolucionaria, de cuando era el jóven secretario de Rubén Jaramillo:

-"Organizó nuestra Campesinada para defendiéramos las tierras con balas, papel y tinta, aquellas sus armas de ley. Abogado, se sabía todas la mañas leguleyas, nos enseñó a no caer en engaños de los estudiados. Si subían los Federales a buscarlo, ya no bajaban con vida. Todos regresaban de patas pá delante con las apestosas botas puestas. Los descalzos tenemos zapatas duras pá bajo, zapatas con tierra de hombre."

-"Empezamos las primeras cooperativas campesinas. Teníamos fuerza representativa, fuerza económica, fuerza con nuestra gente. Por éso dió el su perdón aquél licenciadillo López Mateos, sellando con puñal en una mano el su abrazo; ná más pá que se confiara don Rubén...con la otra mano ofrendando treinta monedas al Judas."

Otros comensales llegaban a ésta su mesa. Los de panza llena dejando  lugar para los hambrientos, me pasé a sentar junto mi compadre. Frente a nosotros su hija con aquél Panadero, tras enormes botellas abiertas de CocaCola alternando sendas ollas con hielo.

Recordamos aquella señora que mi compadre curó allá por Ozumba, aquél jóven que él sanó en Tlane, a nuestra Coronación bajo su Cruz, a recuerdos de todo y nada, a recuerdos del Tiempo...brindando cada recuerdo con cubas de aguardiernte cañero, de ésa caña regada con la sangre de Zapata, de Jaramillo y de tantos más...


Ya entrado en copas Ernestino se paró vacilante, desafinando desgarradoramente las Golondrinas para despedir a la Difunta. Manos amigas trataban de estabilizarlo, mientras se inclinó hacia nosotros aquél Panadero, susurrando con falso gesto escandalizado: -"Qué falta de respeto ¡y en casa de la Muerta!"

Nada más ví la enorme botella de CocaCola bruscamente acostada hacia aquél Panadero, gorgoreándole cascadas de líquido a presión sobre los huevos, mientras ora sí escandalizado reclamaba:

-"¿Que pasó, don Lucio?"- de quien nunca ví la tan veloz mano traviesa.

-"Es más fácil atajar el líquido con la mano, que atajar la pena de Ernestino"- respondió sonriente mi compadre al aquél irrespetuoso Panadero sin panadería, con una esposa tan bien trabajadora que lo mantenía ...

jueves, 7 de junio de 1973

Con Diecinueve Dedos y Un Faltante (1973/75)

Al detener mi camino por asistir  otros autos varados, encauza mi destino:  por asistir a un desconocido cuyo Escarabajo tenía los platinos pegados, resultó ser Presidente Municipal de Tepoztlán, aquél Domingo que necesité depositar mi ombligo en su Panteón; por asistir a un gringo sin gato para su Combi de rueda ponchada, conocí a Scott y somos amigos incondicionales hasta hoy.

Una cosa conlleva otra y al poco tiempo de encontrarnos, Scott nos presentó a nuestro compadre Lucio. Un compadrazgo intermitente por mi pata de perro mecánico, a veces  por los Altos de Morelos náhuas, a veces por los Montes Azules mayas. Con un primer recién nacido necesitado de medicina consuetudinariamente.

A las dos semanas de nacido en Tlayacapan, Juanito amaneció de mal humor. Lloriqueaba y pintó sus pañales de color verde al soltarse su estómago. No quería teta y empezamos a verle la mollera hundida. El pánico guió mi Escarabajo a la casa de mi compadre Lucio, allá hasta Nepopualco.

Tomándolo entre brazos, don Lucio decía cariñosamente: -"Ah qué Juanito éste, asustando tus papases por un simple sentón. No te preocupes, ahorita te componemos, Juanito"- y pidiendo un pañal a la Vicky, lo empezó a mecer de un lado a otro hasta enrollarlo como taco con sus bracitos bien pegados, cual muñequito de rosca de Reyes. Lo tomó de los pies y apoyando la cabecita de Juanito en su otra mano, lo mantenía colgado como a 45º de inclinación, cuando le dió un jalón de pies, enérgico pero corto.

"Ya puede darle pecho, comadre"- le dijo a la Vicky, entregándole un Juanito tan sonriente como siempre. Y el condenado tragón se le abrió un apetito a dos tetas. Durmió hasta su siguiente ración como un bendito.

Viendo mis ojos espantados, rió don Lucio al tiempo que explicaba: -"Es normal, compadre. Na más se le cayó la mollera por curioso; se quiso levantar y cayó sentado porque está muy tiernito toavía."

Meses después arribamos a Oxolotán, ribera entre las Montañas de Agua mayas. Juanito llamaba la atención porque casi nadie había visto un bebé rubio. Cuando pasamos todo un día caluroso a la orilla del río, Juanito empezó a quejarse con calentura  y a estar inquieto sin comer; ésta vez con la mollera en su sitio. Pasaban seis de la tarde y ya no había panga en Tapijulapa: incomunicados en el monte hasta el día siguiente. Llevamos nuestro Juanito a casa del maestro Claudio.

"A qué Juanito éste, preocupando tus papases con tu pelo de jilote"- decía don Claudio mientras metía la mano en ése bocal con yerbas sumergidas en alcohol de caña, para sobar cariñosamente la cabecita mojándole su pelito - "Tus papases no creen que venimos del campo con la vista caliente".- Y regresamos a casa con Juanito perfectamente dormido después de apenas probar el pecho. Nos preguntábamos ¿qué sería aquello de la vista caliente?

Tres días después, la misma monserga. Ya curado y dormido Juanito, dijo don Claudio: -"Mire ingeniero, sé que no cree en éstas cosas. Pero cuando en la orilla del río se le queden viendo a Juanito, dígales que lo carguen. ¡Pa que ya no interrumpa mi borrachera cada madrugada! Me cae bien el Juanito, no es éso: pero si le cargan al Juanito, ya no le darán más calentura."- Y con cuánto cariño me cargaban al rubiecito: así, Juanito ya más no tuvo calenturas.

Estábamos en Navidad y los Nacimientos siempre tienen un Jesús rubio. Nunca olvidaremos ése 24 cuando todo el pueblo interpretó al Nacimiento en vivo, Juanito con el papel de Jesús: arriba, el cometa Kohoutek surcando aquella Noche maya, nos vigilaba sin ser visto.

Pasando la Rosca de Reyes a Juanito se le volvió a caer la mollera. Ni modo: de vuelta con el maestro Claudio para levantarle la mollera ... acá fué de otro modo. Enrrolló a Juanito con un pañal como don Lucio, le tapó la nariz y le dió un soplido fuerte por la boca. ¡Listo! Otra vez sonreía y mamaba Juanito, bien chapeteado sin mollera y a dos tetas.

Dejando a Vicky con Juanito, fuí con mi pipa a la orilla del río, cuyo murmullo conducía el coro de sapos bufos y marcaba el compás danzante de murciélagos pescadores rasando el agua. Un intermitente Cocuyo, confundiendo su propio reflejo con nuevo romance, empezó a valsear con tal encuentro luminoso. Súbitamente, un gran Sábalo saltó del río y se lo zampó de un bocado, despertando gran algarabía entre Sarahuatos. Un Jaguar les indicó que se calmaran dando fuerte bramido.

Tiempo después regresamos a los Altos de Morelos ésta vez en Tepetlapa, municipio de Tepoztlán. Mientras Vicky arreglaba la casa a su gusto y seguía fabricando  al hermanito de Juanito, visité a mi compadre Lucio. -"Oiga compadre, no tenemos quien cure nuestros tractores"- fué su recibimiento -"acá tengo éste terreno, allá unas láminas y con m´hijo Gabriel traeremos unos horcones p’armar una techumbre. Asté pone la herramienta ¡y listo! ya tenemos taller ¿Ton's qué compadre, se anima?"

"¡Clarines compadre! Faltaba más"- contesté gratamente sorprendido. Al día siguiente, Gabriel y yo estábamos armando la techumbre, cuando ví que le faltaba el pulgar de su pié derecho. Los huaraches nada ocultan ni mi curiosidad tampoco.

"Nada, que llevando las vacas de mi Apá al monte a pastar, me quedé bien jetón. Despertando, pinches animales sábe dónde andaban. Me subí a una peña grandota para otear más a lo lejos por mis vacas y  meto la pata donde estaba bien dormida una cascabel. Me prendió furiosa del pulgar la condenada. Acá sólo, en el monte y sin caballo, no quise arriesgar y que me mocho el dedo de un machetazo, antes que'l veneno circule. Hice una hoguera y me comí la condenada con las tortillas y los chiles que mi Amá siempre pone en mi morral. El machete bien rojo sobre las brasas, secó la herida y regresé cojeando a la casa, después de encontrar las pinches vacas."

A qué Gabriel éste, con 19 dedos y un faltante ...