1965, desde la FiNCA Argovia (con la volcana TACANÁ al fondo)
Después de cumplir otro viaje de piedra quebrada para construir el muro seco, cerrando así un deslavado de torrenciales lluvias veraniegas, manejé la Fordcita de volteo por dos viajes más de arena y rellenar así al hueco hasta reconectar la brecha del café a Tapachula. En éste último viaje estacionado ya cerca del borde, jalé la palanca que libera la tapa trasera y accionando el hidráhulico para levantar la caja, oí el temible eructo del Tacaná: escuché la trepidación desde abajo mientras la camiona se paraba de manos y bajo su tablero desaparecía el mundo entero, una mano gigantesca jalándome del estómago con todo y pulmones y mi vista 10 años p'atrás.
Un guiño y era mi cuarto con sensación de mareo, viendo pasar las siluetas matutinas de Cercedilla sobre la pared de enfrente, proyectadas de cabeza a través de un agujero en los ventanales: tras colgantes pajaritos mañaneros desfilaba el panadero pedaleando su bicicleta con la canasta llena, el borrico arrastrando largos leños amarrados a su montura, la vendedora cantando bolsas de piñones por kilo (anoche me tragué dos bolsas) todos colgando del techo, cuando entré en espiral dando vueltas y vueltas más y más rápido, hasta vomitar los dichosos piñones una y otra y otra vez, apestando todo el cuarto con los fermentos de abajito mis narices y la lengua de fuera conteniendo la tos.
Sentí mi pelo mojado pero en vez del vómito era el arroyo circulando por el techo de la cabina, sin creciente menos mal. Poco a poco logré despegar mis manos del volante, apagar el motor y mis piernas soltaron al tubo de la dirección para salir y observar los daños, el agua a los tobillos. La Volqueta era un verdadero blindado: su caja protegió la cabina aporreada por años de brecha, ahora seis ruedas patas p'arriba.
-‘‘Buenas noticias, mi Don: la arena cayó en su lugar y por éso la Volcata libró al muro’’- anunciaba Inocencio desde los cielos, d'entre las copas que ocultaban la ribera.
Un guiño y era mi cuarto con sensación de mareo, viendo pasar las siluetas matutinas de Cercedilla sobre la pared de enfrente, proyectadas de cabeza a través de un agujero en los ventanales: tras colgantes pajaritos mañaneros desfilaba el panadero pedaleando su bicicleta con la canasta llena, el borrico arrastrando largos leños amarrados a su montura, la vendedora cantando bolsas de piñones por kilo (anoche me tragué dos bolsas) todos colgando del techo, cuando entré en espiral dando vueltas y vueltas más y más rápido, hasta vomitar los dichosos piñones una y otra y otra vez, apestando todo el cuarto con los fermentos de abajito mis narices y la lengua de fuera conteniendo la tos.
Sentí mi pelo mojado pero en vez del vómito era el arroyo circulando por el techo de la cabina, sin creciente menos mal. Poco a poco logré despegar mis manos del volante, apagar el motor y mis piernas soltaron al tubo de la dirección para salir y observar los daños, el agua a los tobillos. La Volqueta era un verdadero blindado: su caja protegió la cabina aporreada por años de brecha, ahora seis ruedas patas p'arriba.
-‘‘Buenas noticias, mi Don: la arena cayó en su lugar y por éso la Volcata libró al muro’’- anunciaba Inocencio desde los cielos, d'entre las copas que ocultaban la ribera.
1989, desde el LAGO TEQUESQUiTENGO (las volcanas iZTACCiHUATL y POPOCATÉPTL al fondo)
Hay segundos que suelen ser eternos, sobre todo cuando (¡cuándo NO!) yo solito ando metido en situaciones que más valiera no haber nacido. Como estar colgado afuerita de la Skywagon (avioneta Cessna sin asientos con puerta abierta) los brazos cruzados al pecho volando a 3 Km de altura, el Lago de Tequesquitengo como un lavabo chiquitito allá abajo, enfrente del Nevado de Toluca y las Volcanas (Izta y Popo) por mi derecha.
Pataleando rabiosamente, me arrastré como gusano por el rojizo túnel oscuro que apretaba todo mi ser, pugnando por tomar el aire que mis ardientes pulmones demandaban y tanta opresión impedía, hasta alcanzar la luz y así nacer de un maldito grito, escuchando:
-“posición de arco, checa tu altímetro”- la voz del Oscar en mi nuca a breves instantes de abandonar su reliquia voladora de los años 50’s, tan presente urgencia igualando mi pensamiento con aquél primer grito:
-“¿de dónde diablos me agarro?”- entre vuelta y vuelta.
Pataleando rabiosamente, me arrastré como gusano por el rojizo túnel oscuro que apretaba todo mi ser, pugnando por tomar el aire que mis ardientes pulmones demandaban y tanta opresión impedía, hasta alcanzar la luz y así nacer de un maldito grito, escuchando:
-“posición de arco, checa tu altímetro”- la voz del Oscar en mi nuca a breves instantes de abandonar su reliquia voladora de los años 50’s, tan presente urgencia igualando mi pensamiento con aquél primer grito:
-“¿de dónde diablos me agarro?”- entre vuelta y vuelta.
2001, desde TEPOZTLÁN (la Sierra del Tepozteco al fondo)
La Perica (mi Combi verde) seguido me lleva por Tepoztlán y hoy topamos con mi amiga Jaranera de profesión y por gusto, en el Abrevadero de los Dinosaurios. Me pide un aventón para cuando regrese a la Hacienda, pues - "acabo de rentar casa por ahí cerquita, poquito más arriba." - Durante el camino me cuenta cómo diez anos antes se quemó parte de ésa casa, que’l dueño dió por muerto a su inquilino y de cómo (estúpidamente) se le ocurrió levantar un acta ¡¡por si las moscas!!. Nada más que faltaba el cuerpo y de un extranjero para colmos, años tardaron las autoridades en dar por cerrado el caso: casi tildan de asesino al pobre dueño. Le costó un dineral de abogados y nunca más nadie supo nada de "aquél inquilino fantasma".
Llegando a la cabaña recién rentada veo unos muros chamuscados con el apagador fundido, antes de pasar al baño y cerrar la puerta. Después, bajamos sus cosas y las pongo en la recámara, intuyendo antes de preguntar por dónde debo ir.
Entrando a la cabaña apenas escucho que inicia una tormenta con rayos. Cansado, me apoyo contra la pared cerrando un momentito los ojos; al abrirlos ya es de noche. Con la parpadeante luz de los relámpagos veo mi cama y la puerta abierta de la recámara. Con trabajos, como entumido, logro acostarme.
El Sol asoma por la ventana para cachetear cálidamente mi despertar, ayudado por un estómago vacío hasta los retortijones, -“traigo puesta la ropa del viaje, me dormí llegando”- . Un duchazo y la Bula Matari me conduce a Tépoz, hacia Paolo y su Pizzería. La pared anuncia que’s Miércoles por medio del Candelario, pero yo sigo en Domingo: me encanta del autismo, que mi tiempo sea más relativo que'l difunto Albert Einstein. Poco después, estoy encargado de encender el Arcoiris y como si nada allá por Zicatela de Puerto Escondido.
Bien preparado por mi compadre don Lucio, el Rayo m’encuentra. Pega en una varilla arriba del techo, sigue el cableado hasta el apagador donde está apoyada mi cabeza -cansado por conducir mil kilómetros desde Wirikuta- namás para ¡apagarme la Memoria, cuánta ironía! Olvido que soy el encontrado, al tiempo que cada parpadeo avanza los candelarios varios días, a veces varias semanas o por varios meses y hasta que la Jaranera necesita éste aventón a la cabaña.
Desde la Otra Ribera resuenan las risotadas de mi compadre, mientras acabo de escribir este relato: “… asté lo atrajo ¡por andar curando máquinas, compadre! El Rayo encuentra a los que curamos …”
Al encontrarte el Rayo aparece un Arcoiris de colores, sin rencores viejos con amigos nuevos, en tiempo de aquí y ahorita, materialmente jodido con todo el Astrolabio contento, cambiando mi Bula Matari (una VW Safari) por la Perica (una VW Combi verde).
-¡¡entre VW’s te veas!!
Llegando a la cabaña recién rentada veo unos muros chamuscados con el apagador fundido, antes de pasar al baño y cerrar la puerta. Después, bajamos sus cosas y las pongo en la recámara, intuyendo antes de preguntar por dónde debo ir.
Entrando a la cabaña apenas escucho que inicia una tormenta con rayos. Cansado, me apoyo contra la pared cerrando un momentito los ojos; al abrirlos ya es de noche. Con la parpadeante luz de los relámpagos veo mi cama y la puerta abierta de la recámara. Con trabajos, como entumido, logro acostarme.
El Sol asoma por la ventana para cachetear cálidamente mi despertar, ayudado por un estómago vacío hasta los retortijones, -“traigo puesta la ropa del viaje, me dormí llegando”- . Un duchazo y la Bula Matari me conduce a Tépoz, hacia Paolo y su Pizzería. La pared anuncia que’s Miércoles por medio del Candelario, pero yo sigo en Domingo: me encanta del autismo, que mi tiempo sea más relativo que'l difunto Albert Einstein. Poco después, estoy encargado de encender el Arcoiris y como si nada allá por Zicatela de Puerto Escondido.
Bien preparado por mi compadre don Lucio, el Rayo m’encuentra. Pega en una varilla arriba del techo, sigue el cableado hasta el apagador donde está apoyada mi cabeza -cansado por conducir mil kilómetros desde Wirikuta- namás para ¡apagarme la Memoria, cuánta ironía! Olvido que soy el encontrado, al tiempo que cada parpadeo avanza los candelarios varios días, a veces varias semanas o por varios meses y hasta que la Jaranera necesita éste aventón a la cabaña.
Desde la Otra Ribera resuenan las risotadas de mi compadre, mientras acabo de escribir este relato: “… asté lo atrajo ¡por andar curando máquinas, compadre! El Rayo encuentra a los que curamos …”
Al encontrarte el Rayo aparece un Arcoiris de colores, sin rencores viejos con amigos nuevos, en tiempo de aquí y ahorita, materialmente jodido con todo el Astrolabio contento, cambiando mi Bula Matari (una VW Safari) por la Perica (una VW Combi verde).
-¡¡entre VW’s te veas!!
ENLACE:
Que bien has descrito la trepidación del gigante y la sensación en tu estómago, en todo tu cuerpo, el mareo, el vértigo...la protección de tu furgona.
ResponderBorrarYa veo que te gusta la adrenalina
ResponderBorrarme ha encantado encontrarte y leerte
ResponderBorrarHola RECOMENZAR, ésta se tu casa. Ya estoy leyendoté, porque el Café quita el Sueño...
ResponderBorrarBesitos, Jean
Gracias CAPiTANA, me gusta ése nombre de FURGONA. Estoy preparando "Flor de Café" sobre ésos cuatro meses que pasé en Argovia, finca donde llegó el Café a México. Nunca antes tenía idea del proceso y la vida de un beneficio de café, en una ambiente paradisíacamente tajante. Tampoco había conducido antes algo más grande que una Land/Rover Defender 1959 (como el de Lara Croft pero DESTARTALADO)...antes pasé y condensé algunas notas de mi FakeBook.
ResponderBorrarel Grumete.