jueves, 7 de junio de 1973

Con Diecinueve Dedos y Un Faltante (1973/75)

Al detener mi camino por asistir  otros autos varados, encauza mi destino:  por asistir a un desconocido cuyo Escarabajo tenía los platinos pegados, resultó ser Presidente Municipal de Tepoztlán, aquél Domingo que necesité depositar mi ombligo en su Panteón; por asistir a un gringo sin gato para su Combi de rueda ponchada, conocí a Scott y somos amigos incondicionales hasta hoy.

Una cosa conlleva otra y al poco tiempo de encontrarnos, Scott nos presentó a nuestro compadre Lucio. Un compadrazgo intermitente por mi pata de perro mecánico, a veces  por los Altos de Morelos náhuas, a veces por los Montes Azules mayas. Con un primer recién nacido necesitado de medicina consuetudinariamente.

A las dos semanas de nacido en Tlayacapan, Juanito amaneció de mal humor. Lloriqueaba y pintó sus pañales de color verde al soltarse su estómago. No quería teta y empezamos a verle la mollera hundida. El pánico guió mi Escarabajo a la casa de mi compadre Lucio, allá hasta Nepopualco.

Tomándolo entre brazos, don Lucio decía cariñosamente: -"Ah qué Juanito éste, asustando tus papases por un simple sentón. No te preocupes, ahorita te componemos, Juanito"- y pidiendo un pañal a la Vicky, lo empezó a mecer de un lado a otro hasta enrollarlo como taco con sus bracitos bien pegados, cual muñequito de rosca de Reyes. Lo tomó de los pies y apoyando la cabecita de Juanito en su otra mano, lo mantenía colgado como a 45º de inclinación, cuando le dió un jalón de pies, enérgico pero corto.

"Ya puede darle pecho, comadre"- le dijo a la Vicky, entregándole un Juanito tan sonriente como siempre. Y el condenado tragón se le abrió un apetito a dos tetas. Durmió hasta su siguiente ración como un bendito.

Viendo mis ojos espantados, rió don Lucio al tiempo que explicaba: -"Es normal, compadre. Na más se le cayó la mollera por curioso; se quiso levantar y cayó sentado porque está muy tiernito toavía."

Meses después arribamos a Oxolotán, ribera entre las Montañas de Agua mayas. Juanito llamaba la atención porque casi nadie había visto un bebé rubio. Cuando pasamos todo un día caluroso a la orilla del río, Juanito empezó a quejarse con calentura  y a estar inquieto sin comer; ésta vez con la mollera en su sitio. Pasaban seis de la tarde y ya no había panga en Tapijulapa: incomunicados en el monte hasta el día siguiente. Llevamos nuestro Juanito a casa del maestro Claudio.

"A qué Juanito éste, preocupando tus papases con tu pelo de jilote"- decía don Claudio mientras metía la mano en ése bocal con yerbas sumergidas en alcohol de caña, para sobar cariñosamente la cabecita mojándole su pelito - "Tus papases no creen que venimos del campo con la vista caliente".- Y regresamos a casa con Juanito perfectamente dormido después de apenas probar el pecho. Nos preguntábamos ¿qué sería aquello de la vista caliente?

Tres días después, la misma monserga. Ya curado y dormido Juanito, dijo don Claudio: -"Mire ingeniero, sé que no cree en éstas cosas. Pero cuando en la orilla del río se le queden viendo a Juanito, dígales que lo carguen. ¡Pa que ya no interrumpa mi borrachera cada madrugada! Me cae bien el Juanito, no es éso: pero si le cargan al Juanito, ya no le darán más calentura."- Y con cuánto cariño me cargaban al rubiecito: así, Juanito ya más no tuvo calenturas.

Estábamos en Navidad y los Nacimientos siempre tienen un Jesús rubio. Nunca olvidaremos ése 24 cuando todo el pueblo interpretó al Nacimiento en vivo, Juanito con el papel de Jesús: arriba, el cometa Kohoutek surcando aquella Noche maya, nos vigilaba sin ser visto.

Pasando la Rosca de Reyes a Juanito se le volvió a caer la mollera. Ni modo: de vuelta con el maestro Claudio para levantarle la mollera ... acá fué de otro modo. Enrrolló a Juanito con un pañal como don Lucio, le tapó la nariz y le dió un soplido fuerte por la boca. ¡Listo! Otra vez sonreía y mamaba Juanito, bien chapeteado sin mollera y a dos tetas.

Dejando a Vicky con Juanito, fuí con mi pipa a la orilla del río, cuyo murmullo conducía el coro de sapos bufos y marcaba el compás danzante de murciélagos pescadores rasando el agua. Un intermitente Cocuyo, confundiendo su propio reflejo con nuevo romance, empezó a valsear con tal encuentro luminoso. Súbitamente, un gran Sábalo saltó del río y se lo zampó de un bocado, despertando gran algarabía entre Sarahuatos. Un Jaguar les indicó que se calmaran dando fuerte bramido.

Tiempo después regresamos a los Altos de Morelos ésta vez en Tepetlapa, municipio de Tepoztlán. Mientras Vicky arreglaba la casa a su gusto y seguía fabricando  al hermanito de Juanito, visité a mi compadre Lucio. -"Oiga compadre, no tenemos quien cure nuestros tractores"- fué su recibimiento -"acá tengo éste terreno, allá unas láminas y con m´hijo Gabriel traeremos unos horcones p’armar una techumbre. Asté pone la herramienta ¡y listo! ya tenemos taller ¿Ton's qué compadre, se anima?"

"¡Clarines compadre! Faltaba más"- contesté gratamente sorprendido. Al día siguiente, Gabriel y yo estábamos armando la techumbre, cuando ví que le faltaba el pulgar de su pié derecho. Los huaraches nada ocultan ni mi curiosidad tampoco.

"Nada, que llevando las vacas de mi Apá al monte a pastar, me quedé bien jetón. Despertando, pinches animales sábe dónde andaban. Me subí a una peña grandota para otear más a lo lejos por mis vacas y  meto la pata donde estaba bien dormida una cascabel. Me prendió furiosa del pulgar la condenada. Acá sólo, en el monte y sin caballo, no quise arriesgar y que me mocho el dedo de un machetazo, antes que'l veneno circule. Hice una hoguera y me comí la condenada con las tortillas y los chiles que mi Amá siempre pone en mi morral. El machete bien rojo sobre las brasas, secó la herida y regresé cojeando a la casa, después de encontrar las pinches vacas."

A qué Gabriel éste, con 19 dedos y un faltante ...

8 comentarios:

  1. Hay personas que tienen ese don de la sanación, recuerdo en mi pueblo a doña Yuya, que lo mismo te curaba un empacho que una torcedura, tenía unas manos prodigiosas.
    Hay que tener valor para cortarse un dedo con un machete, como lo hizo Gabriel, aunque con eso salvó su vida, y un buen estómago para comerse la cascabel que tenía su dedo dentro.
    Muy buena historia.
    Un abrazo.

    ResponderBorrar
  2. tan dramatico ! ..... pobre dedo... "antes que el veneno circule" ... una logica espantosa...

    ResponderBorrar
  3. Juanito llegó asistido por doña Meche, partera oficial deTlayacapan y sus alrededores. Cientos de bebés nacieron bien gracias a sus artes maternidales y prodigiosas manos.

    ResponderBorrar
  4. Me cuesta seguir el hilo narrativo, pero es bonito imaginar ...

    ResponderBorrar
  5. Cuanto tiempo sin leer una de estas historias tuyas, Don Volcán :-) Mencantan.

    ResponderBorrar

Bienvenido, pasa y tómate un Cafecito