jueves, 28 de junio de 2018

recalando en Costa Esmeralda - III


...AL SALiR DE LA CÁRCEL ¡olvidé mi nombre!
 Cuando la orejita cicatrizada no necesitaba más vendajes, regresé a Puerto Esmeralda. Mágicamente se materializó la Princesa con l'Ambulancia para presentarme a su devota amiga la Ruca. Como buenos amigos -patrona y empleado con beneficios carnales a reserva- así me hechizaba nuestra curandera. Supo evitar con dignidad cuernos automáticos (pero casi me arranca una oreja) y para celebrar esta nueva contienda, la Mazmorra local desplazó a la Barra como escenario y coartada (ahí, ni loca pasaría la Libertad). Tendría que conducir l'Ambulancia llena de cajas con donativos como ropa, básicos alimenticios, jabones y etcéteras (quién sabe de qué tipo) hasta dentro de la Galera, para ayudar a descargar todo junto con ellas, Princesa y devota Ruca. Debo añadir que para nada se rajaron.

 Llegando a la gendarmería que controla la Chirona por fuera, hay que dejar algún nombre para entrar. Inventé uno tan inolvidable que jamás volví a pensar en él y abrieron la reja sin revisar l'Ambulancia. En ésta Mazmorra los presos gobiernan y mandan: la Princesa bien sabía que un 'pinche gringo' desconocido y sólo como aparento ser, saldría bastante mal librado de tal experiencia, más bien con las patas por delante. La mirada de un conocido indeseable cubierto de tatuajes a línea roja, destacó entre la hostil multitud que ya me cercaba con intenciones funestas. Varios panes sobrantes del Cafecito habíamos compartido sentaditos en la playa, gozando cómo la Mar de Costa Esmeralda arropaba al Sol antes de dormir, tras la arena desfilando tanguitas a granel.

- ¿A poco te delataron? - pregunté cuando se acercó.

- No, estaba repedo (borracho perdido) y me agarraron en plena transa.

- Y por acá ¿A qué te dedicas?

- Manejo y distribuyo todo en éste penal, mira que estarían super desorganizados si no y hasta robándose uno al otro. ¿Y a tí, porqué t'entambaron acá?

- Por ponerle cuernos anticipadamente a una Princesa.

- A ver a ver, cuéntame ése chisme caliente con calma: te invito a comer y pasar unas chelas mientras cotorreamos. A lo pior puedo ayudarte a salir, si se trata de quien creo.

 Tan a gusto charlamos que se nos pegó la Ruca, amiga octogenaria -atractivamente juvenil- de la Princesa. Refiriéndose a los presos con familias viviendo ahí dentro, comentó:

- Qué horrible niñez para tan pobres criaturas - obligando que contestara:

- Vieras que no, doña Ruquita: estan en familia, su progenitor ni se emborracha y tanto los alimentan como alfabetizan. En el Campo de Concentración de una dictadura, conocí la Libertad (ya cruzó éste penal, el espíritu de la Libertad) por estar ahí dentro con mi familia.

 Atardeciendo nos despedimos dispuestos salir. Frente al gendarme con dos eses tipo Gestapo, traté de recordar mi inolvidable nombre viendo sin querer fijamente al pobre guardia. Desvió los ojos hasta más abajo por toda la lista y cuando paró el dedo, preguntó algo incomprensible con mirada interrogativa:

- Sí oficial, gracias - respondí firmando cualquier garabato en automático y vámonos por si las moscas. Sólo me queda añadir que comí más mejor y fresco qu'en varios establecimientos de la Costa. Curioso que gracias a Usos y Costumbres y cortejarme la Princesa vengativa, los súbditos me percibieron más bien como jefe en vez de víctima.

 Otra hechicería de la Princesa era atender moribundos con sida, forasteros rechazados por sus familias y que gastaban menos si morían en Puerto Esmeralda. Generosamente le heredaban sus pertenencias y de ahí la Princesa surtía con donativos a súbditos enchironados. ¡Con más vueltas que un caracol, nuestra curanderita!

 Qué culpa tengo yo de nacer ijoepú (rubio, en castellano) y cautivar gustos y caprichos de una Princesa...


Nexos @nexos:

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